vitoria - Antes del ansiado descorche de la eliminatoria correspondiente al Top 8 de la Euroliga ante el CSKA, el Baskonia tiene obligaciones a nivel doméstico. Mañana le visita, a partir de las 18.00 horas, el Andorra de un viejo conocido como Ibon Navarro, vitoriano de 43 años que en apenas un lustro desde que decidiera volar en solitario como primer entrenador se encuentra dirigiendo en la actualidad al que ya es su cuarto equipo dentro de la ACB.

No cabe duda de que por edad (43 años), conocimientos y ambición a la hora de intentar hacerse un hueco entre la elite se ha convertido en una de las figuras más apetecibles para, por ejemplo, llevar las riendas de un proyecto cada vez más asentado como el del club del Principado, inmerso hoy en día en la búsqueda de una plaza para el play off por el título -tan solo le separa una victoria del sexto clasificado- y que ha protagonizado un excelente papel en la Eurocopa, donde alcanzó las semifinales perdiendo ante el Alba Berlín. Tras la pequeña frustración que supuso el veredicto negativo de Josean Querejeta a la hora de darle un voto de confianza para que siguiera al frente del equipo de su ciudad durante el curso 2015-16, prácticamente nadie tuvo dudas en ese momento de que a Ibon Navarro no le faltarían ofertas para tener una carrera fructífera.

A diferencia de otros técnicos más veteranos que han podido caer en el olvido tras un cúmulo de experiencias negativas, el gasteiztarra no ha dejado de ejercer como primer espada en una profesión de alto riesgo donde los resultados condicionan, para bien o para mala, la continuidad de los estrategas del banquillo. Tras mucho tiempo a la sombra en el Baskonia, Ibon Navarro saboreó por primera vez las mieles de ser el jefe en noviembre de 2014. A raíz del fulminante despido de Marco Crespi, le llegó la oportunidad que tanto había soñado desde que dio sus primeros pinitos en el mundo de la canasta en el colegio Corazonistas. Bajo su mandato, el equipo vitoriano no consiguió acceder aquella temporada a los cruces de la Euroliga ni pudo alcanzar las semifinales de la ACB tras verse eliminado en primera ronda por el Unicaja.

Después de concretar la vuelta de Velimir Perasovic, Querejeta le ofreció seguir en Vitoria, pero perdiendo galones y desempeñando su antiguo cargo de ayudante. Ibon Navarro, que por entonces ya había puesto su carrera en manos del gran tiburón de los agentes Misko Raznatovic, rechazó la proposición. También Pablo Laso pensó en él para que se convirtiera en su mano derecha en el Real Madrid, pero también se llevó un “no” como respuesta. El vitoriano anhelaba hacer carrera como primer entrenador y sus deseos se han ido cumplido a rajatabla con una estabilidad que para sí la quisieran otras cabezas pensantes más veteranas.

Era evidente que su carrera debía tener un arranque modesto en un club sin grandes aspiraciones que le permitiese crecer paulatinamente con el paso del tiempo. Tras decir adiós al Baskonia, Manresa constituiría su siguiente parada a lo largo de dos campañas ciertamente antagónicas. En la primera de ellas consiguió la permanencia, algo casi equivalente a un título ante los precarios medios para fichar de que dispone año tras año la humilde entidad del Bagés. Este pequeño milagro no pudo hacerse realidad al año siguiente. A falta de cuatro jornadas para el cierre de la fase regular, el descenso de los catalanes quedó certificado de forma matemática.

Sin embargo, este hecho no fue óbice para perder algo de su prestigio. La maleta de Ibon Navarro se dirigió entonces hacia Murcia, un club de miras algo más elevadas donde su trabajo también dejó un grato sabor de boca. El cuadro pimentonero se quedó con la miel en los labios en el último momento en su objetivo de alcanzar la octava plaza de la ACB, pero fue en la Champions League de la FIBA donde estuvo a punto de dar el do de pecho. El UCAM acarició el billete para la gran final -perdió 77-75 frente al anfitrión AEK en Atenas-, aunque luego se consolaría con el bronce al superar al Riesen alemán.