Si el Baskonia quiere asegurarse la continuidad de Johannes Voigtmann para los próximos años, un objetivo que se da por descontado, todo hace indicar que Josean Querejeta va a tener que rascarse el bolsillo de lo lindo. Partido a partido, la cotización del virtuoso ala-pívot alemán sigue subiendo como la espuma mientras se agolpan los pretendientes que llaman a su puerta con los colmillos bien afilados a la hora de intentar hacerse con sus servicios.

Un jugador que parecía perdido para la causa azulgrana y en el que prácticamente nadie creía hasta la llegada de este redentor 2019, justo cuando ha debido dar un paso al frente después de que Toko Shengelia quedase fuera de combate tras aquel desgraciado lance con Facundo Campazzo, se ha convertido en una pieza capital del engranaje vitoriano. Desde luego, se cuentan con los dedos de la mano en este instante los interiores más desequilibrante que este teutón de mentalidad algo frágil y blando en muchas ocasiones pero de un talento descomunal y capaz de llenar todos los apartados estadísticos.

Las solitarias pinceladas de calidad del insípido partido disputado por el Kirolbet en tierras levantinas procedieron ayer de las manos de un jugador tocado por una varita mágica y que está alcanzando una dimensión inesperada hasta para los rectores del club, los aficionados e incluso sus propios compañeros y técnicos. Voigtmann resquebrajó la endeble moral del UCAM a base de acciones sumamente plásticas que dejan entrever la elevada autoestima de un cuatro absolutamente diferencial. Junto a otra espigada torre como Poirier, con el que se complementa a la perfección y que realiza el trabajo de fontanería ideal bajo los aros para que pueda brillar con luz propia, conforma una pareja de muchos quilates que pretende devolver el gen ganador a la entidad alavesa.

Voigtmann destapó un día más el tarro de las esencias en una demostración perfecta de que, con galones y confianza, puede causar un destrozo a cualquier rival. Su excelsa primera mitad, en la que se ensañó con el Murcia hasta límites insospechados, condensó de todo: acierto exterior, canastas en transición ejerciendo como trailer, juego de espaldas al aro y también otro factor que le hace especial como su visión panorámica desde el poste bajo cada vez que recibe el balón. Desde esa sapiencia para ver el baloncesto como si de un base se tratase y ver al compañero desmarcado en el momento justo, el alemán engordó sus números y permitió al Baskonia romper el partido con una facilidad inusitada.