Lo que mal empieza, mal acaba casi siempre. Las volteretas con tintes épicos difícilmente pueden repetirse dos veces en un corto intervalo de tiempo cuando un equipo justísimo de efectivos y tan partido entre titulares y suplentes como el actual Baskonia va al límite. La meritoria resurrección de Tel Aviv careció esta vez de continuidad en Tenerife, donde los alaveses se quedaron a las puertas de la heroica. A determinados niveles, conceder tanto terreno se paga realmente caro y los numerosos pecados azulgranas en La Laguna hicieron inviable un segundo milagro en apenas 48 horas.
Tras tocar fondo en el primer ataque de la segunda mitad con una canasta de San Miguel que elevó un sonrojante 47-24 al marcador, el Kirolbet despertó de su profundo letargo, se activó por fin en defensa y terminó metiendo el miedo en el cuerpo a un Iberostar que sufrió el clásico mal de altura. Con otra actitud y un empuje elogiable, llegó a colocar el aliento en la nuca al anfitrión chicharrero (62-60) e incluso dispuso de un balón para ponerse por delante a menos de dos minutos. Sin embargo, esa infantil pérdida de un desconcertante Granger tras pisar la línea de fondo constituyó el principio del fin y sepultó las últimas esperanzas.
Ajusticiado por Javi Beirán, autor de siete puntos decisivos y que trituró a Janning en el poste bajo, el Baskonia recibió el justo castigo a su despertar tan tardío, su inconsistencia y especialmente su alarmante parálisis ofensiva, que desembocó en unos guarismos raquíticos. Un omnipresente Shengelia -el debate acerca de su bula arbitral puede crecer a partir de ahora- tiró del carro una jornada más hasta límites insospechados, pero el georgiano estuvo solo ante el peligro tras la enésima minutada que amenaza con traer funestas consecuencias en un futuro no muy lejano.
un equipo cada vez más corto Descontando algunos fogonazos aislados de Janning, Vildoza y Poirier, el Baskonia fue invisible y careció de alternativas refrescantes que le rescataran de la mediocridad. Granger fue el mejor aliado del Iberostar en las dos canastas, no hubo noticias de los estadounidenses del perímetro, Voigtmann prolongó su estado vegetativo e Ilimane estuvo mucho tiempo relegado al ostracismo. Más que la derrota, sin grandes daños a nivel clasificatorio, sigue preocupando aún más la falta de rotación o el escaso número de jugadores implicados en la pelea.
Con semejantes baches en el camino, era previsible que la racha victoriosa a nivel doméstico se viese quebrada frente a un rival tan bien trabajado como el chicharrero. La reciente concatenación de esfuerzos y viajes penalizó a un maratoniano azulgrana con la gasolina en la reserva. Exhausto tras los conmovedores despliegues que ha debido realizar para reengancharse a la pelea por el Top 8 y sin margen material para preparar a conciencia un partido trampa, el Baskonia rubricó una primera mitad ciertamente infernal en tierras chicharreras. Para colmo de males, se topó con una correosa versión del Iberostar, más disciplinado, enérgico y estable hasta el toque de corneta acontecido en el descanso.
El triple inicial de Vildoza constituyó un espejismo y precedió la tormenta en el Santiago Martín. Hasta bien avanzado el choque, no pudo encontrar el Baskonia la entereza ni el ritmo ideales. Las desventajas crecieron sin remisión para un forastero aletargado, carente de chispa y sostenido a duras penas por la raza de Shengelia. El capitán mostró el camino al resto cuando peor pintaban las cosas. Bajó al barro para provocar infinidad de faltas y contagió su espíritu a sus compañeros, incapaces de entender lo que el duelo demandaba.
Los pesados grilletes azulgranas atormentaron de lo lindo al Tenerife, cuya ofensiva se vio cortocircuitada y solo vio la luz en el epílogo gracias a la astucia de Beirán. El flamante internacional de Scariolo puso los últimos clavos al ataúd del Baskonia con un triple que no halló la oportuna respuesta por parte de Vildoza en el siguiente ataque vitoriano. En definitiva, un paso atrás a nivel doméstico para nada traumático que precede otra semana de fuertes emociones con una doble cita en la Euroliga.
Pésima primera mitad. El Baskonia cedió excesivo terreno en unos aciagos veinte minutos iniciales. Estuvo desaparecido en combate en todas las facetas y la parálisis ofensiva adquirió tintes sonrojantes con unos guarismos escuálidos.
Un faro insuficiente. Shengelia, cuyos esfuerzos están resultando titánicos en las últimas semanas, se echó una jornada más el equipo a la espalda para comandar una remontada, a la postre, estéril. Una absurda pérdida de Granger con 62-60 precipitó el éxito chicharrero.
Beirán, el verdugo. El astuto alero madrileño, muy superior a Janning en el poste bajo, anotó siete puntos determinantes que supusieron el acta de defunción del cuadro azulgrana.