vitoria - Ante la dicotomía de elegir entre unas merecidas vacaciones tras una temporada larguísima o coger el autobús con rumbo a Madrid para encarar el que hubiera sido el quinto partido de la serie final, Baskonia se tuvo que conformar ayer, muy a su pesar, con la primera de las opciones, entre otras cosas porque ayer fue justamente derrotado por un Real Madrid arrollador que utilizó su batería de francotiradores para descabalgar a la escuadra de Pedro Martínez del sueño de la Liga. Sumaron los blancos su 34º título y lo hicieron ante un Baskonia al que nada se le puede reprochar a lo largo de la serie más allá de las limitaciones propias de su plantilla, la falta de paciencia en momentos puntuales del partido o la bisoñez mostrada por algunos jugadores como Luca Vildoza, cuyo rendimiento a lo largo de toda la serie ha resultado una extraordinaria noticia para el baskonismo, testigo de excepción de la explosión del timonel argentino.
Pero ayer el Madrid fue mucho Madrid, y además desde el comienzo del partido. Porque si en los tres duelos anteriores su dominio del juego había ido cociéndose de forma progresiva, ayer el control fue absoluto desde el pitido inicial. El Madrid de Laso, que ayer firmó su séptima final de Liga consecutiva, fue notablemente mandón tanto en juego como en el marcador de principio a fin, y lo hizo a costa de un Baskonia cargado de fe y carácter pero carente de lectura y, sobre todo, paciencia en muchos momentos del partido. Si a ello se añade que el acierto ofensivo de los blancos fue terrorífico, la empresa de ayer era de alta dificultad. Sirvan como ejemplo los 17 puntos que Rudy Fernández anotó por su cuenta y riesgo en el segundo cuarto -con cuatro triples-, lo que sirvió a su equipo para someter mentalmente a un Baskonia incapaz de contrarrestar semejante torrente anotador.
un martillo pilón Así se llegó al descanso y así continuaría después el equipo blanco. Si no era Rudy el que ajusticiaba a Baskonia desde la línea de tres, anotaba Carroll, Campazo o Causeur. Un martillo pilón y colectivo a pesar del cual el plantel de Pedro Martínez nunca se derrumbó. A falta de 3:11, sin ir más lejos, el Kirolbet recortaba distancias por mediación de Beaubois y se ponía a solo cuatro del Madrid (78-81). Explotaba entonces el pabellón ante un milagro que se palpaba con la yema de los dedos, sin embargo en la siguiente jugada, con un triple estratosférico a un pie y en el límite del tiempo, Doncic daba la puntilla final. Llegaría después un intercambio de golpes desde el tiro libre que no hizo sino alargar la agonía, sin embargo dos nuevas pérdidas azulgranas a cargo de Beaubois y Janning en el último minuto terminaron por entregar la bandera. Baskonia perdió con justicia pero cayó de pie. El final más justo para una temporada intachable.
La superioridad del Real Madrid en la ‘pintura’ volvió a resultar evidente gracias al dominio ejercido por jugadores como Tavares, Ayón y Reyes. Poirier y un maltrecho Voigtmann se vieron difuminados por los centímetros y la envergadura de sus pares.