Vitoria - A cinco días de su primer duelo de cuartos de final ante el Real Madrid, el ínclito dueño del Panathinaikos ha convulsionado la Euroliga. Dimitris Giannakopoulos ha pasado finalmente de la amenaza a los hechos. Nadie sabe a ciencia cierta si la determinación tomada ayer tendrá marcha atrás en el futuro o constituye un brindis al sol, pero la mejor competición europea de clubes acaba de sufrir un sobresalto de dimensiones siderales con el anuncio por parte del mandamás del club del trébol -como el Baskonia, uno de los privilegiados que dispone de la licencia A para tomar parte en ella de forma casi vitalicia- de que abandonará la organización al término de esta temporada para alistarse en un torneo de caza menor y sin apenas prestigio como la Basketball Champions League de la FIBA.
“Volvemos al sitio donde el baloncesto siempre debió estar”, anunció ayer Giannakopoulos en su cuenta de Instagram, junto a un logotipo de la FIBA. Para rizar el rizo, minutos más tarde publicó otro controvertido mensaje a través de la misma red social con un cartel de la película El Padrino, en el que se veía la imagen de Jordi Bertomeu en el papel de Vito Corleone. Junto a la imagen, se leían las palabras Euroliga y Mafia.
Durante una reunión de los clubes celebrada ayer en Madrid, el dueño del Panathinaikos reclamó, según distintas fuentes, la destitución del CEO de la Euroliga y todo su equipo directivo. Como no podía ser de otra manera, sus demandas no se vieron satisfechas y la furibunda reacción no se hizo esperar.
Cabe recordar que Giannakopoulos ya había amenazado recientemente con retirar a su equipo de la Euroliga sin esperar siquiera al final de esta campaña. De hecho, organizó un referéndum entre sus propios aficionados, que le dieron su apoyo. También envió a diferentes medios de comunicación europeos un completo dossier con fotos y vídeos en los que, a su juicio, quedaban acreditados diversos errores arbitrales en contra de los intereses del Panathinaikos, uno de los clubes más laureados con seis galardones en las vitrinas del OAKA.
múltiples enajenaciones Desde hace tiempo, Giannakopoulos se encuentra en el punto de mira de los rectores de la Euroliga por sus continuos desmanes y sus comportamientos indignos, más propios a menudo de seguidores ultras que de un presidente racional. Su nombre también se hizo viral el año pasado cuando, en un arrebato de furia, obligó a toda su plantilla y cuerpo técnico a volver de Estambul a Atenas en autobús tras concretarse la eliminación del Panathinaikos en el Top 8. Algunos jugadores, entre ellos el exbaskonista Mike James, al que acaba de repatriar, se negaron en rotundo y se pagaron de su propio bolsillo el billete de avión.
Giannakopoulos también ha sido sancionado con la imposibilidad de entrar a cualquier recinto para presenciar los encuentros de la Euroliga, incluso los de su propio equipo, tras haber amenazado de muerte a través de sus redes sociales a los aficionados del Fenerbahçe. El dirigente griego no respetó dicha determinación y siguió acudiendo al OAKA de forma regular con las consiguientes multas de 60.000 euros por partido. En esta ocasión, ha lanzado el órdago definitivo con el adiós a la organización y su reencuentro con la FIBA, con quien ya disputó la Suproliga en el ejercicio 2000-01.