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vitoria - Ya no hay margen para posibles cábalas de cara al cruce del Top 8. Tras rubricar un fracaso estrepitoso en el cierre de la fase regular, el Baskonia decidió ayer ahorrar las grandes dosis de suspense que se intuían a la hora de conocer la identidad de su último escollo en el camino hacia la Final Four de Belgrado. El día más inesperado y ante un fantasma, el equipo vitoriano quebró su asombrosa cadencia de victorias. Parecía imposible caer ante el infame colista de la Euroliga, pero tristemente sucedió. El desahuciado Anadolu Efes, que había sido atropellado en la mayoría de comparecencias continentales y para más inri aterrizó en el Buesa Arena plagado de bajas, convirtió la cancha azulgrana en un funeral. La posibilidad de asaltar la sexta posición pasó de largo y consecuencia directa del fatídico batacazo será el enfrentamiento en cuartos de final ante el vigente campeón, un Fenerbahce de Zeljko Obradovic que se perfila como un hueso muy duro de roer con la desventaja de campo. Y puede dar gracias el Baskonia del balsámico triunfo del Barcelona ante el Khimki que le privó de emparejarse con el todopoderoso CSKA.

Casualidades de la vida, la enrachada tropa vitoriana que transitaba por todos los frentes como una auténtica locomotora se cortocircuitó ante el rival más desangelado. Fue una velada aterradora de principio a fin que no figuraba ni en el pronóstico más pesimista. Desde la ternura defensiva de los albores hasta los despropósitos del último minuto, coronados por los errores de Beaubois y Janning desde el triple o la última bala malgastada casi sobre la bocina por Huertas debajo de la canasta, el Baskonia estuvo preso de su candidez, su inoperancia, su precipitación y sus miedos. El Efes, que no se jugaba nada, se le subió paulatinamente a las barbas hasta desatar la tormenta a partir del intermedio.

Nadie reconoció a un anfitrión plano, espeso y siempre un paso por detrás de un rival que tuvo en McCollum a un demonio terrorífico y aprovechó la ansiedad local. Un bajonazo a todas luces inesperado que rememora otros desencantos sufridos en campañas anteriores. Cuando todo hacía indicar que esta vez se había aprendido la lección, el Efes endosó una nueva estocada de consecuencias imprevisibles y regaló un caramelo envenenado como el vigente monarca de la competición.

modorra generalizada La ausencia de última hora de Weems en las filas turcas propiciaba teóricamente un desequilibrio de fuerzas si cabe mayor, pero al Baskonia le costó imponer su superioridad desde el salto inicial. Después de que Ataman tocara el bolsillo de sus jugadores, el Efes mostró orgullo en el Buesa Arena para evitar otra escabechina en su delirante trayecto continental. Con un ritmo cansino y posesiones largas, incomodó al máximo las evoluciones azulgranas.

Fue por momentos una velada soporífera en la que el Baskonia se contagió de la mediocridad otomana, destapó su versión más terrenal y se movió a base de impulsos. McCollum quebró una y otra vez la cintura de los bases de Pedro Martínez con su conocido virtuosismo. Entre la modorra generalizada, sobresalió la chispa de Garino, de los contados locales con un punto más de energía y verticalidad ante el aro rival pese al lunar de sus pérdidas.

Los peores momentos tuvieron lugar al inicio del tercer cuarto a raíz de una técnica al técnico catalán por protestar unos posibles pasos de Stimac. Revitalizado por su acierto exterior, el Efes adquirió una renta sumamente preocupante (34-43) en medio del desbarajuste local. Ante la perplejidad del Buesa, el vitoriano fue esta vez un grupo irreconocible y carente de un mínimo de estabilidad en ambos aros. Ni los continuos cambios de piezas en todas las demarcaciones ni la apuesta por una defensa zonal le hicieron ver la luz al final del túnel. La buena conexión Granger-Poirier hizo albergar opciones de remontada, pero el Baskonia traicionó sus señas de identidad y recibió, a la postre, un justo castigo a su peor actuación desde hace casi dos meses. El Fenerbahce no es un rival inalcanzable, pero la derrota de ayer puede pesar en exceso en el subconsciente del personal.

¿Dónde estaba Vildoza?. El partido demandaba más vértigo y electricidad, pero el técnico catalán no consideró oportuno meter en cancha al base argentino para imprimir un ritmo más centelleante. Sus continuos cambios de fichas y la apuesta por una defensa zonal no surtieron, a la postre, efecto para remontar un partido torcido desde el salto inicial. El Baskonia firmó su peor actuación desde que lleva las riendas del equipo.

De los pocos que se salvó de la quema pese a mostrarse más tibio que en jornadas precedentes. Su buena conexión con Granger dio vida al equipo en los minutos finales.