- Quien más quien menos tenía ciertas dudas en la noche del pasado viernes y a primera hora de ayer sábado sobre cómo afectaría la eliminación del Baskonia a uno de los actos más esperados de la programación copera. Y es que al mediodía estaba prevista la cita con una nueva edición, la tercera ya, de una actividad que se ha ganado a la velocidad del rayo un hueco destacado en los planes de los aficionados azulgranas -y cada vez más de otros conjuntos-. Se trata, evidentemente, de la kalejira que nació en A Coruña, se repitió el año pasado en Vitoria y ayer consiguió que Las Palmas se rindiera a la pasión del baloncesto y sus seguidores.

Porque esos pequeños interrogantes que se cernían sobre el resultado del paseíllo de este año al no estar ya en el torneo el Baskonia desaparecieron a las primeras de cambio. Al mismo tiempo que los rayos del sol se abrían paso entre las nubes que oscurecían el cielo insular en las primeras horas de día, los aficionados baskonistas fueron aproximándose a la Araba Etxea, punto inicial del recorrido. Fue un goteo tímido al principio pero que derivó en casi avalancha al poco tiempo. Porque la mejor receta para olvidar las penas deportivas es, sin lugar a dudas, compartir un buen rato con los compañeros de pasión. Con el aliciente añadido este año, además, de poder contribuir a una causa solidaria. Porque los organizadores habían querido ayudar a la Asociación Contra el Cáncer poniendo a la venta unos pañuelos conmemorativos del evento al simbólico precio de un euro y no había un solo cuello que no lo llevase anudado. Difícil encontrar mejor condimento para la fiesta que la solidaridad. Y con puntualidad casi británica, los primeros sones de la txaranga Biotzatarrak sirvieron para dar por iniciada la marcha poco después de las dos menos cuarto de la tarde. Ante la atónita mirada de los locales presentes, la marea azulgrana -aderezada con unos cuantos colores procedentes de los aficionados de otros conjuntos- comenzó a caminar entonando los cánticos habituales cada vez que el Baskonia está presente. A medida que los más rezagados fueron llegando a la zona, el pelotón fue creciendo más y más hasta convertirse en una marea humana a la que costaba divisar en su totalidad a lo largo de las calles que conducían a la preciosa playa de Las Canteras. Allí, con el sonido del mar de fondo y un sol desconocido en estas fechas en Vitoria, la kalejira realizó una necesaria parada técnica. Se imponía disfrutar del paisaje y recuperar fuerzas para afrontar el camino de regreso con idéntica intensidad. Y, de paso, comenzar a pensar ya en la cuarta edición. ¿Madrid, Málaga?... Lo mismo dará. Lo que es seguro es que la peregrinación volverá a contar con cientos de feligreses.