Aunque resulta indiscutible que el baloncesto moderno cada vez está más mediatizado por el físico de los jugadores, la cabeza todavía continúa manteniendo una importancia capital en el desarrollo de este deporte. La capacidad de aplicar la inteligencia al juego distingue a aquellos jugadores diferenciales del resto, porque son capaces de encontrar los caminos donde muchas veces el cuerpo parece no acceder. Habitualmente, los tocados con esta varita suelen actuar en la posición de base y con su privilegiada visión dirigen las evoluciones de sus compañeros. Como consecuencia, de su mayor o menor acierto depende en gran medida la suerte de los partidos. Y, desgraciadamente, el Baskonia perdió ayer con estrépito esta batalla.
Antes de emprender el viaje hacia Atenas, Pedro Martínez había advertido del enorme peligro de enfrentarse a Calathes, al que no dudó en calificar de “crack”. Sobre el parqué, el director de juego grecoamericano le dio la razón con argumentos incontestables. Perfectamente secundado por Lekavicius cuando le tocó descansar en el banquillo, dominó a su antojo la contienda, amargó a sus pares con su pegajosa defensa y se hinchó a repartir asistencias entre sus compañeros. Nada menos que once pases de canasta que propulsaron al Panathinaikos hacia su escapada definitiva en el marcador.
Sin restar ni un ápice del mérito de su trabajo, lo cierto es que Calathes se encontró con la inestimable colaboración de los bases baskonistas para poder brillar. Los tres directores de juego azulgranas naufragaron con estrépito y por muchas combinaciones que intentó Pedro Martínez ninguno fue capaz de ofrecer el nivel mínimo requerido.
Un problema en el puesto de uno que se lleva arrastrando todo el curso en mayor o menor medida pero que ayer probablemente alcanzó su nivel más preocupante. Un simple vistazo a las terroríficas estadísticas de Granger, Huertas y Vildoza sirve para comprobarlo. El uruguayo, con molestias en la espalda, acabó con -8 de valoración sin ser capaz de anotar ni de repartir una asistencia. No mucho mejor estuvo el brasileño, también en valoración negativa (-3) aunque fue el único que dio algún pase de canasta (3). El argentino, por último, fue presa fácil de la intensa defensa helena perdiendo cuatro balones aunque sus ocho puntos le permitieron alcanzar el 3 de valoración. En definitiva, dos direcciones totalmente contrapuestas que explican perfectamente el desenlace final de la contienda.