El tiempo es, evidentemente, una de las percepciones más subjetivas que existen y el encuentro de ayer entre el Real Madrid y el Baskonia es un buen ejemplo de ello. Hay ocasiones en las que varias horas pasan como un suspiro y otras en las que apenas unos minutos se convierten en una interminable agonía. Y eso fue precisamente lo que le sucedió en el Wizink Center al conjunto vitoriano. Tras protagonizar un encuentro notable durante la mayor parte del mismo y situarse a las puertas de prolongar su inmaculada racha continental en el coliseo merengue, el epílogo de la contienda sacó del armario todos los armarios azulgranas.
De esta manera, los cinco últimos minutos del choque se convirtieron en una pesadilla para el plantel de Pedro Martínez, que perdió completamente la clarividencia ofensiva y asistió impotente a la progresiva caza por parte del Real Madrid. Cuando restaban 5.10 para que sonara la bocina, una canasta de Beaubois instaló un prometedor 64-72 en el marcador. Ocho puntos de renta que invitaban al optimismo y, sobre todo, la sensación de un bloque perfectamente centrado -el alavés- y otro al borde del precipicio -el local-. Sin embargo, todo cambió de manera poco explicable.
Pablo Laso decidió dar un golpe de timón desde el banquillo y ordenó a sus jugadores una zona que consiguió su propósito. A partir de ese momento al Baskonia se le atragantaron todos y cada uno de los ataque sobre la canasta madridista y el resultado no puede ser más elocuente. Porque en esos algo más de cinco minutos el combinado de Zurbano únicamente fue capaz de anotar un punto que llegó, además, desde el tiro libre.
De nuevo fue el francés Beaubois el autor de esta solitaria canasta para dar un mínimo balón de oxígeno (71-73, a falta de 2.10) al equipo de Pedro Martínez. Pero esta acción no tuvo continuidad y, desgraciadamente, la pelota no volvió a atravesar la red del Real Madrid y la victoria terminó quedándose en el vestuario local.