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Dirección irregular. El partido de ayer fue una triste fotocopia del disputado en el cierre del 2017 en Murcia con un Baskonia desdibujado, sin rigor y que se movió a base de impulsos individuales. Tras la pletórica exhibición de Shengelia en la primera parte con 17 puntos, el técnico catalán tuvo que prescindir de sus servicios en los siete primeros minutos del tercer cuarto por la tempranera tercera falta del georgiano.
Ni energía ni alma. El Baskonia volvió a ser un colectivo de lo más tibio, carente de frescura física y sostenido tan solo por la raza de Shengelia. El georgiano no pudo obrar el milagro en Tenerife y sus fogonazos fueron insuficientes ante el absentismo de sus compañeros.
Excesivas vías de agua. Los dos bases dejaron otra vez muchas incógnitas en las filas vitorianas, pero hubo otras razones que justificaron el desplome azulgrana. Timma se vio desbordado por ese volcán llamado Ponitka, Jones también naufragó ante Abromaitis, Vasileiadis entró en combustión tras el descanso y el juego interior no existió con una desangelada versión de Poirier y Voigtmann.
Del éxtasis continental ante el Olympiacos al bajonazo a nivel doméstico frente al Iberostar. El Baskonia sigue incapaz de mostrar esa línea regular y consistente inherente a cualquier grande de la canasta, algo que no augura una temporada exitosa. Si hace 48 horas subió a un pedestal y recolectó toda clase de elogios gracias a una demostración de poderío ante el vigente subcampeón de la Euroliga, ayer descendió a las catacumbas con una impotencia manifiesta en el Santiago Martín. Por tanto, sin término medio para un colectivo que sufrió un rejonazo de consecuencias imprevisibles en tierras insulares, tan solo mostró hechuras sólidas durante el segundo cuarto y, en el colmo del sonrojo, se jugará a cara de perro el billete copero en el cierre de la primera vuelta en el Buesa Arena ante el Betis Energía Plus, el rival más asequible posible pero que aguardará con las uñas afiladas tras un doble enfrentamiento europeo ante el Real Madrid y el Armani.
La presencia alavesa en el Gran Canaria Arena todavía pende de un hilo, si bien el Baskonia continúa dependiendo de sí mismo. Caso de inmiscuir su figura -algo que teóricamente no debería correr peligro ante la debilidad andaluza-, lo hará ya seguro sin la etiqueta de cabeza de serie para el sorteo. Quedó en entredicho una jornada más la solvencia de un Baskonia sin energía que se derrumbó tras el intermedio ante la intensidad chicharrera. El partido de ayer fue una fotocopia de la reciente pesadilla vivida en Murcia con un maratoniano azulgrana desdibujado en todas las facetas, completamente desfondado, vacío de fuerzas y supeditado únicamente a la inspiración individual de Shengelia. A excepción de la álgida producción ofensiva del georgiano, no hubo que rescatar nada positivo. El solar más absoluto aderezado del reincidente absentismo de varios jugadores desaparecidos en combate que no terminan de despegar.
Puntilla griega Sin temor a equívocos, fue otra actuación sonrojante por parte de un Baskonia que mostró su cara más desconcertante, padeció una enorme parálisis a la hora de igualar la desbordante ambición insular y careció de respuestas desde el plano físico. Nuevamente quedó patente la inconsistencia del timón con la versión más errática de Granger y Huertas, una de las muchas debilidades paseadas ante un rival que se está indigestando más de la cuenta en las últimas temporadas. La endeblez del juego interior consintió toda clase de licencias a Abramaitis, Niang y Tobey, Timma se vio desbordado en todo momento por un huracán llamado Ponitka -su pista debería seguirse en el futuro- y, para colmo de males, el imprevisible Vasileiadis entró en combustión en la fase caliente con una de sus célebres oleadas anotadoras ante la escasa mordiente defensiva de Beaubois. El griego sepultó las últimas esperanzas del Baskonia con 16 puntos en la segunda parte.
Con una alarmante falta de rigor atrás, una escasa presencia física aprovechada al máximo por un anfitrión sobrado de efervescencia, un baloncesto anárquico en el que primaron las decisiones individuales y también con un desacierto sorprendente desde la línea de personal, el Baskonia encajó un severo correctivo ante un oponente al que le iba la vida en juego. Llegó vivo a duras penas al último cuarto antes de desfallecer por completo e incluso empeorar de forma sensible su coeficiente de puntos a favor y en contra tan importante para dilucidar el pasaporte copero.
Tras una pésima puesta en escena en el que el desigual emparejamiento entre Abromaitis y Jones abrió las primeras vías de agua, Pedro Martínez se vio obligado a buscar rápidamente soluciones en el banquillo ante el aciago papel de varios titulares. El hombre de la remontada volvió a ser Shengelia, el faro que alumbró a un visitante plomizo y pesado de piernas que no se reconoció a sí mismo.
Altanero en todas las facetas, el georgiano acribilló el aro chicharrero con una exhibición apabullante hasta el intermedio, traducida en 17 puntos y un brutal efecto intimidatorio en el Santiago Martín. Contra todo pronóstico, el técnico catalán prescindió de sus servicios en los siete primeros minutos del tercer cuarto, un intervalo del partido donde el Baskonia comenzó a cavar su tumba. En definitiva, otro paso atrás a las puertas de una semana infernal que reservará como postre un billete para la Copa. Urgencias con las que nadie contaba.
Su inspiración ofensiva fue lo único digerible ayer en el Santiago Martín. Metió al equipo en la pelea con 17 puntos en la primera mitad, pero estuvo demasiado solo ante el peligro.