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El peaje de la discontinuidad. Las lesiones empiezan a hacer mella en un Baskonia sin una gran rotación para mantener un alto ritmo. Sus plácidas ventajas se esfumaron con demasiada facilidad y el Andorra supo hurgar en la laxitud defensiva de los bases para estrechar el marcador. El técnico se la jugó con Granger y Huertas juntos en unos minutos finales ciertamente angustiosos.

Minuto final redentor. Un triple de Shengelia, un providencial tapón de Poirier a Karnowski, dos tiros libres materializados por Granger y también dos triples errados por Jaime Fernández y Blazic dieron aire a un Baskonia intermitente que debió exprimirse al máximo para prolongar su racha triunfal.

Reñido con la continuidad. El conjunto vitoriano arrancó como un cohete al inicio del primer y tercer cuarto, pero sus ventajas se esfumaron con excesiva rapidez ante sus apuros defensivos y la notable mordiente de los bases de Joan Peñarroya. Fernández y Albicy, sin obviar la contundencia interior del rocoso Karnowski, pusieron en jaque a los azulgranas.

Otro partido al filo de la navaja y de nuevo la suerte de cara para prolongar la racha victoriosa. Después de que las uñas acabaran en carne viva el pasado jueves en Estambul, el Baskonia brindó ayer una nueva ración de suspense en Andorra que desembocó en otro resultado feliz tras recibir el indulto en un minuto final ciertamente loco donde ocurrieron infinidad de cosas. El conjunto vitoriano está firmando una asombrosa cadencia de triunfos, pero bien haría en no seguir tentando a la suerte de esta manera de cara al futuro. La moneda al aire salió un día más cara y la presencia en la próxima Copa ya es prácticamente una realidad, aunque la sensación de poderío irradiada en choques precedentes pasó desapercibida en el Principado. Y, ante rivales de más calidad y pedigrí enfrente, jugar a la ruleta rusa puede reportar pésimos dividendos.

Con el desfibrilador en la mano, un cansancio perfectamente visible por un calendario exigente a más no poder y también inquietantes dudas en el apartado defensivo, el Baskonia rescató un triunfo milagroso que estuvo en tela de juicio hasta el segundo final. Momento en que un viejo conocido como Blazic vio cómo el aro escupía un triple que evitó la prórroga con el consiguiente resoplido de alivio en la expedición azulgrana. Fue sesenta segundos a todas luces redentores en los que, salvo el sorprendente temblor de muñeca sufrido por Janning desde la personal, todo salió a pedir de boca. La ascensión hacia la gloria se inició con un triple de Shengelia que elevó el 94-95 al marcador. Un asombroso tapón de Poirier a Karnowski a renglón seguido a un palmo del aro cuando el público local ya cantaba la canasta, dos tiros libres de Granger (94-97) y un triple de entrenamiento errado por Fernández ayudaron a certificaron la sexta victoria seguida a nivel doméstico.

Eso sí, los padecimientos vividos para la consecución de dicho objetivo fueron enormes para un Baskonia sin el punto de frescura necesario para romper el partido, desbordado una y otra vez por los bases del Andorra y reñido con la continuidad. Sus oleadas ofensivas siempre encontraron el contrapunto en las filas locales. Las plácidas ventajas alavesas se esfumaron demasiado rápido. Con una rotación más reducida por las lesiones, costó un mundo deshacerse de un anfitrión pegajoso y que supo hurgar en la debilidad defensiva de Granger y Huertas. Albicy y Jaime Fernández interpretaron a la perfección el libreto de Peñarroya, al tiempo que el fornido Karnowski también se convirtió durante muchos minutos en un elemento indescifrable en la pintura.

excesivos altibajos La solvente puesta en escena alavesa invitó al optimismo, pero la velada se convirtió rápidamente en un campo de minas ante uno de los anfitriones más rocosos de la Liga ACB. La acumulación de faltas de Shengelia y Poirier constituyó el primer contratiempo para un Baskonia que dilapidó su excelente botín (2-13) en un santiamén. La redención andorrana llegó de la mano de Diagne, poco ortodoxo pero muy efectivo para su equipo gracias a su incandescencia bajo los tableros, y Albicy, cuyas eléctricas penetraciones destaparon la laxitud defensiva de Granger.

En un partido con escaso ritmo por las continuas interrupciones del trío arbitral, que sancionaron con falta el más mínimo contacto hasta permitir barra libre con el paso de los minutos, el Baskonia se mostró mucho más terrenal que en jornadas precedentes. Faltaron por momentos piernas en los exteriores para domar a los dinámicos bases rivales y también un sentido más coral del juego con algún jugador como Shengelia empeñado en pelearse contra el mundo.

Tras el descanso, se repitió el guión del inicio con un Baskonia capacitado para despegarse otra vez con una facilidad inusitada y también sufrir posteriormente unas graves desconexiones. Con síntomas de fatiga, el conjunto vitoriano siempre concedió una bola extra a un Andorra de lo más combativo y dispuesto a rebelarse ante su inferioridad. Con una amalgama de recursos más limitada y un talento más reducido, el cuadro local pareció suicidarse al aceptar un intercambio de canastas funesto para sus intereses. Sin embargo, llegó más que entero al epílogo y una desgastada tropa azulgrana tuvo que exprimirse como nunca en la presente campaña.

Tras un tormentoso inicio por culpa de las faltas, volvió a ser un bastión bajo los aros. Sufrió lo indecible ante el fornido Karnowski, pero le colocó un tapón decisivo para la victoria.