Apenas ha transcurrido un mes desde que se inició la competición pero todas las alarmas del Buesa Arena están activadas a su máxima potencia. En su peor inicio de temporada desde que con la entrada en el siglo XXI se convirtió en un fijo del mejor torneo continental, el Baskonia está protagonizando un inesperado descenso a los infiernos que se ha cobrado ya su primera víctima en la persona de Pablo Prigioni. Con la bala del relevo en el banquillo ya gastada, la escuadra de Zurbano está obligada a detener de inmediato esa peligrosa caída para no acabar convertida en un caso perdido mucho antes de lo que nadie hubiera siquiera sospechado. Por ello, el enfrentamiento de esta noche con el Panathinaikos griego se ha transformado en una final anticipada para el plantel que ahora dirige Pedro Martínez. El equipo necesita con la máxima urgencia dar el primer paso hacia la progresiva recuperación y ello supone lograr una victoria que permita estrenar el casillero continental.
Además, lo ideal sería que estuviera acompañado de una puesta en escena sensiblemente mejorada. Porque lo cierto es que el baloncesto que ha exhibido hasta el momento el combinado azulgrana se encuentra a años luz de lo que a priori está capacitado para ofrecer y únicamente progresando igualmente en esta cuestión tendrá opciones reales de luchar por regresar a las posiciones en las que se presuponía que debería estar.
Claro que, conseguir este doble propósito no resultará ni mucho menos un objetivo sencillo. En primer lugar, por la propia situación en la que se encuentra el equipo, que le hace actuar atenazado. Como la pescadilla que se muerde la cola, el mal juego ha llevado a las derrotas, las derrotas a la pérdida de confianza y esta depresión complica sobremanera recuperar la senda del baloncesto mínimamente correcto
Pero, llegados a este punto, al Baskonia no le queda otra alternativa que encontrar como sea la fórmula para romper de una vez por todas esta espiral autodestructiva. Independientemente de quién sea el adversario de turno, el conjunto vitoriano debe mirarse en el espejo y encontrar su mejor versión posible para, a partir de ahí, continuar creciendo. Más allá de las deficiencias anímicas y estrictamente baloncestísticas, otra losa que pesa sobre los hombros del equipo son los problemas físicos de varios de sus integrantes. De esta manera, Pedro Martínez no podrá contar esta noche con el concurso de Jordan McRae.
El estadounidense, que sufrió una subluxación en su hombro izquierdo en el mes de septiembre, reapareció la pasada semana pero, tras disputar únicamente dos encuentros, ha recaído y padece una sobrecarga en la articulación para la que el club no se atreve a ofrecer plazos concretos de recuperación. Por si esto fuera poco, Marcelinho Huertas no ha podido ejercitarse con normalidad esta semana hasta la sesión de ayer miércoles. El brasileño acusó el esfuerzo de los cuatro compromisos de la pasada semana y ha debido guardar reposo por una sobrecarga en su rodilla.
Además de todo ello, evidentemente, hay que tener en cuenta la entidad del adversario que visita el Buesa Arena. Si bien es verdad que el Panathinaikos actual no es el mismo que el dominaba con puño de hierro el baloncesto europeo décadas atrás, no lo es menos que continúa siendo una escuadra de gran potencial capaz de imponerse en cualquier pista. De la mano de Xabi Pascual en el banquill y Calathes en la dirección sobre el parqué apuesta por un baloncesto muy controlado que obliga a quien quiera superarlo a un esfuerzo máximo de concentración y acierto. Una receta que hasta ahora el Baskonia ha sido incapaz de ofrecer pero que debe poner en práctica de inmediato.