Demasiado encogido, diminuto, tibio y corto de efectivos para soñar con una gesta de dimensiones siderales. La guión de una película muy vista durante las últimas temporadas se repitió una vez más ante la bestia negra griega. Un Baskonia repleto de imperfecciones y sin claros síntomas de mejora sucumbió ayer a la lógica en su bautismo continental. El músculo y la conocida intensidad del Olympiacos, un frontón ante el que rebota el más pintado, cerraron bruscamente la puerta a un comienzo triunfal en la Euroliga. Fue, por momentos, un calco de la fatídica tarde en Las Palmas de Gran Canaria con un forastero siempre a remolque de la propuesta helena y carente de la convicción necesaria para sorprender a un adversario granítico.
Poco importó que el Dios Spanoulis se ausentara, que Tillie quedara fuera de combate en el calentamiento debido a un problema muscular o que el vigente subcampeón mostrara una versión muy descafeinada. Mientras la escuadra de El Pireo muestra hasta en las circunstancias más adversas una identidad conocida por todos y rara vez se resiente por algún contratiempo puntual en forma de lesión, todo lo que rodea al Baskonia es indefinición con un técnico novel que todavía no se ha hecho con las llaves del equipo ni ha impuesto el sello deseado por las altas esferas.
Más allá de las sensibles ausencias que le restan un evidente poder de intimidación, la tropa de Prigioni se está desangrando por unas grietas evidentes en su engranaje. Entre la clamorosa ternura defensiva, la escasa contundencia del juego interior, donde Shengelia aportar los únicos brotes de equilibrio, y el absentismo de algunas piezas llamadas a desequilibrar -léase Timma-, los primeros síntomas de preocupación ya están instalados en los despachos del Buesa Arena.
oportunidad al limbo El corazón azulgrana dejó de latir por culpa de la desigual pelea bajo los aros. Sin armarios empotrados incapaces de imponer respeto en la pintura ni clarividencia para romper la tela de araña local, el Baskonia estuvo en todo momento a merced de un Olympiacos que no necesitó grandes alardes para satisfacer su objetivo. Incluso sufrió un ataque de vértigo en el epílogo cuando divisaba con suficiencia (70-54) la línea de meta. Un arreón final capitaneado por Marcelinho aplicó algo de maquillaje a un partido convertido en un monólogo local.
Cogido con alfileres y lastrado por un ejército diezmado, el Baskonia comprobó a las primeras de cambio la dureza de la Euroliga. Fuera de su hogar en el destierro de Creta, el Olympiacos también se mostró como un rival inaccesible y fue fiel a sí mismo para desfigurar el rostro azulgrana mediante sus célebres señas de identidad. Se escurrió de las manos una buena oportunidad porque el equipo griego no fue tan fiero ni tan reconocible como otras veces. Las enormes concesiones ante los hombres altos de Sfairopoulos constituyeron una losa insalvable para el Baskonia, ajusticiado por los triples de Papanikolau.
Los trazos siderúrgicos de la velada se manifestaron desde un primer momento con una secuencia de errores impropios de una competición de este calibre. En el duelo de estrategas, se jugó a lo que quiso Sfairopoulos: ritmo cansino, posesiones largas, ausencia de contragolpes... Tras una fase de tanteo, la hegemonía interior de Milutinov y la versatilidad de Agravanis empezaron a minar la moral del Baskonia, que volvió a pecar de tibieza bajo los aros y fue incapaz de contrarrestar el poderoso físico del Olympiacos. Se reprodujeron los errores del Gran Canaria Arena con un sinfin de canastas fáciles del anfitrión, que apenas añoró la mastodóntica figura de Spanoulis. Strelnieks, indefendible en el segundo cuarto, contribuyó a hacer más grande la herida.
El apagafuegos Granger prolongó durante algunos minutos la incertidumbre, pero en las filas visitantes faltó alegría, continuidad e instinto asesino. Se resistió un día más la mejor versión de Timma, desdibujado y sin uñas en ataque. Con la plaga de lesiones en el perímetro, el letón pasó tristemente de puntillas. Marcelinho fue invisible hasta los minutos finales, Janning careció de precisión en sus misiles exteriores, Vildoza, Delfino o Poirier disfrutaron de un protagonismo residual... Para colmo de males, Granger acabó tocado y puede incrementar la nómina de pacientes en la enfermería.
Inferior bajo los aros. El Baskonia no pudo contrarrestar la fortaleza física de un Olympiacos que domingó con claridad la pelea del rebote y se procuró cómodas posiciones para anotar cerca de la canasta. Milutinov, Printezis y compañía se llevaron por goleada dicha batalla.
Sin ritmo ni alegría. Sin ser tan reconocible como otros días, el cuadro griego no necesitó una gran versión para superar a un conjunto vitoriano huérfano de continuidad y clarividencia en una velada disputada a un ritmo cansino.
El día y la noche. Mientras el anfitrión es un equipo hecho que juega de memoria, el visitante todavía carece de identidad y está por definir su personalidad sobre la cancha.
75
64
Sin síntomas de mejoría. El Baskonia repitió los errores del Gran Canaria Arena y apenas inquietó a un Olympiacos superior. El argentino aún no ha conseguido dotar al equipo de un estilo ni una personalidad definidas. Por si ello fuera poco, los graves desajustes defensivos permiten a los rivales anotar con facilidad. Tiene un arduo trabajo por delante para hacer del vitoriano un grupo solvente.
Mantuvo un bonito duelo con Printezis que se llevó el griego a los puntos. Aportó los únicas gotas de equilibrio y mostró su excelente juego de pies en varias fases de la velada.