vitoria - Existe un dicho que reza: “donde fuiste feliz no vuelvas”. Una filosofía que no casa con Pablo Prigioni, el nuevo entrenador del Baskonia, que está decidido a cosechar los éxitos obtenidos con la camiseta azulgrana, pero vestido ahora de traje y desde el banquillo del club que le vio convertirse en uno de los bases europeos más fiables. El mismo lugar que debió abandonar el pasado mes de enero en una retirada apresurada, tras comprobar con decepción que su cabeza y su físico ya no respondían al nivel que él consideraba adecuado para competir en Europa. El argentino se enfrenta ahora a uno de los retos más difíciles de su trayectoria vinculada al baloncesto, por la exigencia que siempre radica en el banquillo baskonista y por la poca experiencia que acumula como entrenador.

Pero con lo que sí cuenta el actual Pablo Prigioni es con el respaldo total de la directiva y de la afición. Una confianza labrada a lo largo de los años a base de solidez en la dirección del juego, desde dentro de la cancha. Siempre ha respondido el argentino al clásico perfil de jugador cerebral, la misma extensión del técnico sobre la cancha. Puede que con los años su físico se viera cada vez más limitado, pero su mente siempre ha sido privilegiada en lo que al baloncesto se refiere. Un prototipo adecuado de técnico que ahora se verá puesto a prueba. Prigioni terminó por explotar en Vitoria, pero los primeros pasos como jugador prometedor en el territorio nacional los dio en el Fuenlabrada, aunque fue en el Lucentum Alicante donde comenzaría a ser visto como un jugador de proyección a nivel internacional.

Fue entonces, en verano de 2003, cuando la entidad de Zurbano apostó por el argentino para ocupar el puesto de uno junto a José Manuel Calderón. Esa sería prácticamente la única temporada en la que Prigioni estuvo a la sombra de otro director. Con el base extremeño ya en la NBA, el albiceleste se hizo con las llaves del timón azulgrana, en el que en muchas ocasiones no contó con un relevo de garantías para cuando debía coger resuello, algo poco habitual, especialmente en sus primeras campañas. La primera etapa de Prigioni como baskonista fue sin duda la más laureada, con tres Copas, cuatro Supercopas y la ansiada liga de 2008. Por entonces, el argentino ya era parte del santo y seña azulgrana, y no había vitoriano que no se rindiera al pick and roll que este ejecutara con Scola o Splitter. El jugador era, además, la viva representación del afamado carácter Baskonia, que ya le costó más de un encontronazo con Ivanovic, como cuando abandonó una concentración antes de un partido en Valladolid por el nacimiento de su primera hija. Pero ese idilio con la afición se rompió en verano de 2009.

amor y odio “El Real Madrid me da ese plus que me faltaba en Vitoria, con capacidad para ganar en todas las competiciones. Las gradas del Buesa se han llenado de mediocridad”. Estas declaraciones realizadas por Prigioni al anunciar su fichaje por los blancos se hundieron como puñales en el corazón de más de un seguidor azulgrana. El argentino despreciaba así -aunque más tarde se disculparía- al equipo que le había colocado en la cúspide del baloncesto europeo, ganándose los silbidos e insultos del Buesa en cada visita del Madrid, con el que no ganó títulos y firmó el divorcio dos temporadas después para volver al club de sus amores. Prigioni regresó a un Baskonia todavía dolido por su marcha, aunque rápidamente volvió a ganarse el respeto de la afición desde el parqué.

El base, incansable cazador de retos, todavía sentía que tenía mucho por demostrar. Y así lo hizo, pero en la mejor liga del mundo. En 2011, Prigioni dio el salto a la NBA como el rookie más veterano de la historia. También se ganó el corazón de los exigentes neoyorquinos en los Knicks, aunque sus prestaciones irían bajando conforme su edad aumentaba. Hasta que fue cortado por los Rockets, terminando su sueño americano y poco después el de jugador. El de técnico, sin embargo, comienza hoy.

Tres etapas de azulgrana. Prigioni formó parte del Baskonia como jugador en tres etapas: de 2003 a 2008, de 2011 a 2012 y en 2016, hasta su retirada.

Sueño albiceleste. El base también fue partícipe de algunos de los mejores años de la selección argentina, con la que consiguió un total de siete medallas. La más importante fue el bronce logrado en los Juegos Olímpicos de Pekín (2008).

Aventura americana. Habiéndolo probado todo en Europa, el director sació sus ansias competitivas en la NBA, primero con una exitosa etapa en los New York Knicks (2012-2015) y luego con papeles más discretos en los Houston Rockets (2015) y en los Angeles Clippers (2015-2016).

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Son los partidos que Pablo Prigioni ha jugado con la elástica del Baskonia. Es el tercer jugador de la entidad con más partidos en la ACB y el que más ha disputado de los extranjeros que han pasado por el club vitoriano.