Vitoria - El Baskonia es hoy en día uno de los clubes más apetitosos para cualquier entrenador, pero también uno de los más complicados para trabajar si uno repasa la preocupante inestabilidad desde noviembre de 2012 coincidiendo con la destitución de Dusko Ivanovic. El montenegrino ha sido, es y será posiblemente el único técnico en el que Josean Querejeta ha depositado una confianza extrema desde que rige los designios del club vitoriano. Durante dos etapas espaciadas en el tiempo, el de ambos representó un matrimonio inquebrantable durante cerca de una década que propició los mejores momentos de la historia azulgrana.
Al margen de una figura con sobrados conocimientos técnicos y tácticos, Querejeta valoraba en él su fuerte personalidad, sus consabidas dotes de mando, el férreo control que ejercía sobre el vestuario y un liderazgo a prueba de bombas. Ingredientes que hacían del actual responsable del Khimki ruso la figura idónea para pilotar los sucesivos proyectos más allá de algún puntual resultado negativo.
Sin embargo, el despido de Ivanovic constituyó la antesala de una inestabilidad perniciosa en el banquillo del Buesa Arena, convertido en una silla eléctrica y sin un inquilino fijo más allá de una temporada. El único que convenció desde entonces no ha sido otro que Velimir Perasovic, pero el croata -que aterrizó en Vitoria con un sueldo pírrico y satisfizo con creces el objetivo de subir su cotización- puso rumbo el pasado verano al Anadolu Efes. Lo hizo, eso sí, tras clasificar ocho años después al Baskonia para una Final Four y devolver sobre todo la ilusión a una afición desencantada y el célebre carácter a un equipo inmerso hasta su aterrizaje en el momento más crítico de su historia.
Más allá de Peras, que en su segunda etapa en Vitoria consiguió sacarse la espina de su convulsa salida en la anterior década, ha sido el desierto más absoluto a la hora de encontrar un mirlo blanco que colmara las expectativas de las altas esferas. Ni jóvenes hambrientos de gloria como Zan Tabak o el vitoriano Ibon Navarro, ni muchos menos entrenadores con más años a sus espaldas como Sergio Scariolo, han podido asentarse como técnicos de un cierto recorrido que aliviaran las urgencias en este sentido. Ninguno dio con la tecla a la hora de seducir a un presidente implacable y con las ideas muy claras acerca de los requisitos que debe reunir el entrenador ideal.
Aunque para fracaso estrepitoso, el de Marco Crespi. El italiano, avalado por Alfredo Salazar, pobló el vestuario de americanos de escaso fuste ante el limitado presupuesto para fichar y el resultado fue pésimo. Apenas duró tres meses en el cargo antes de agotar la paciencia de Querejeta, que en muchos casos ha debido afrontar costosas indemnizaciones a la hora de liberarse de sus apuestas para el banquillo. Sito Alonso, que ni mucho menos fue el pasado verano la primera opción encima de la mesa, es el último que ha sufrido la desconfianza del presidente baskonista, que medita ahora conceder la oportunidad a un exjugador con alma de entrenador durante su carrera de corto (Pablo Prigioni) con el fin de rellenar el vacío que dejó Ivanovic. Una apuesta de resultados imprevisibles pese a la buena acogida que puede tener el de Río Tercero entre un amplio sector del baskonismo.
El club recurrió al croata, por entonces en el Trefl Sopot, al poco de cesar a Dusko Ivanovic. Metió al equipo en el ‘Top 8’ de la Euroliga, pero ello no sería suficiente para seguir.
Querejeta volvió a confiar en el técnico que hizo posible una final liguera, pero el de Brescia estuvo lejos de las expectativas. El Baskonia dispuso aquel curso de una plantilla escasa.
Apuesta personal de Alfredo Salazar que salió rana pese a su conocimiento del mercado americano. Sería despedido a los tres meses con el Baskonia inmerso en una crisis de identidad.
Convenció con creces en su regreso a Vitoria tras la turbulenta salida de la primera etapa, pero el croata dejó plantado al Baskonia y puso rumbo al Anadolu Efes turco.
Tras el despido de Crespi a finales de 2013, el vitoriano fue ascendido a primer técnico. Sin embargo, no se le concedió la oportunidad para iniciar el proyecto de la campaña 2014-15.
No fue la primera opción del club y eso ya le hizo entrar en Vitoria con mal pie. Ha vivido en el alambre durante los últimos meses ante la manifiesta irregularidad azulgrana.