vitoria - El sueño de la final liguera sigue vivo. Renacen las esperanzas para un Baskonia autoritorio que aterrizará mañana en la Fuente de San Luis con renovadas ilusiones e inmejorables sensaciones tras equilibrar la serie con un puñetazo sobre la mesa. Tras el rejonazo del martes, el cuadro vitoriano limpió la mente, ahuyentó fantasmas y se conjuró para hacer los deberes en una velada pletórica en todos los sentidos. La serie se traslada ahora a Valencia con la idea generalizada de que, tal y como ha hecho el Valencia Basket en el Buesa Arena, puede robar tranquilamente una victoria en la capital del Turia que le permita jugarse todo a una carta al calor de su público. Mucho más si Pedro Martínez no recupera al timón a su segundo base (Guillem Vives), fuera de combate desde el segundo cuarto debido a un esguince de tobillo.

Fue una noche conmovedora donde se agigantó la figura de Ricky Ledo -un volcán en erupción que trituró el aro taronja- y en la que un desnortado Valencia Basket apenas resistió hasta el descanso las salvajes embestidas locales. Le llovieron golpes desde todos los costados a un visitante desangrado ante la interminable batería de recursos paseada por los de Sito Alonso. Con su mejor versión de los últimos tiempos, el vitoriano fue un colectivo rebosante de intensidad, solidaridad, acierto y compromiso defensivo. Un partido de signo incierto al inicio del tercer cuarto (47-46) desembocó en un rotundo correctivo azulgrana gracias a una supremacía física abrumadora y una ambición también colosal a la hora de hacer la mayor sangre posible.

Ante un Valencia desfondado que bajó los brazos demasiado pronto, el Baskonia terminó gustándose y levantando el ánimo de una afición que se marchó a casa con el palador saciado. Pocos triunfos como el de ayer han dejado este curso un poso de mayor satisfacción. Gastó munición a raudales Ledo, dirigieron como los ángeles unos clarividentes Larkin y Laprovittola, Hanga recuperó su versión multidisciplinar, hizo acto de presencia la chispa del siempre enérgico Shengelia y, para que la fiesta fuese completa, Sito Alonso encontró dos secantes de lujo en Ilimane y Blazic, que se dejaron hasta la última gota de sudor con un trabajo de lo más sacrificado.

El recital anotador de Ledo permitió al Baskonia gozar de las primeras ventajas ante un visitante que introdujo un factor sorpresa en el cinco inicial (Kravtsov) y con la muñeca agarrotada desde el tiro libre con seis fallos en el cuarto inicial. El guión del partido inaugural se repitió con un Baskonia llevando la delantera en el marcador gracias a un notable caudal ofensivo pero incapaz de alejar la pegajosa sombra taronja.

ledo, un martillo constante Si el cuadro vitoriano creyó en el objetivo de la igualdad fue básicamente gracias a su voracidad en el rebote ofensivo y la devastadora pegada de su reciente adquisición para el play off. Superado su proceso de adaptación y con sangre en los ojos, Ledo fue un cuchillo afilado para la defensa del Valencia, incapaz de reducir a un exterior volcánico y con el aro entre ceja y ceja. El ansiado soplo de aire fresco a la hora de facturar canastas de todos los colores y un arma de destrucción masiva para la que los levantinos carecieron de antídotos. Tras lo visto ayer, su vitola de mejor cañonero de la liga turca esta campaña queda más que justificada.

La fortuita lesión de Vives, cuyo tobillo izquierdo crujió tras un choque con Tillie en los albores del segundo cuarto, también allanó el camino hacia la igualada. Diot, sostén taronja favorecido por la ingenuidad de Larkin a la hora de pasar por detrás los bloqueos, quedó entonces como solitario guardián de la dirección visitante. Tras el descanso, el Baskonia encontró un filón con sus meteóricas transiciones ante un Valencia huérfano del veneno de sus mejores baluartes. Dubljevic se topó con los interminables tentáculos del incandescente Ilimane y San Emeterio bajó a la tierra tras una exhibición en la apertura de la serie.

Un parcial de 11-0 despejó el camino casi de forma definitiva (58-46) pese a los fogonazos de Sato. A partir de ese instante, el Baskonia convirtió su asfixiante defensa en un campo de minas para un forastero sin ningún tipo de convicción y se desató con un vendaval de juego que el Buesa Arena acogió con los brazos abiertos. Nada mejor que una exhibición de este calibre para seguir alimentando el sueño de una final que deberá refrendarse ahora en un territorio a buen seguro hostil.

Rebote ofensivo y volcán Ledo. El Baskonia creyó desde el salto inicial en la igualada con una sobresaliente voracidad a la hora de procurarse segundas opciones de tiro y la supremacía del alero estadounidense, un volcán en erupción durante una primera parte antológica.

Incandescente atrás. El vitoriano no solo fue un equipo letal en transición, acertado desde la larga distancia y muy solidario, sino también generoso en el esfuerzo con secantes de primer nivel (Ilimane y Blazic) que se vaciaron a la hora de realizar un trabajo de lo más ingrato.

Entregado Valencia. El cuadro levantino resistió hasta el 47-46, pero la lesión de Vives fue el principio del fin y acabó atropellado.