vitoria - De nada sirve ya lo hecho hasta ahora. Las fuerzas flaquean tras una temporada agotadora en el plano físico y mental, pero todavía queda un aliciente lo suficientemente jugoso como para no dejarse la vida en las próximas semanas. El Baskonia se ha vaciado hasta la extenuación para conseguir una ubicación inmejorable al final de la fase regular de la ACB, aunque eso vale para bien poco más allá de la siempre valiosa ventaja de campo. Hoy tiene lugar el pistoletazo de salida a los play off por el título y lo único cierto es que el equipo vitoriano encara un envenenado cruce ante el Gran Canaria al mejor de tres partidos en el que el margen de error es mínimo, por no decir nulo.
Se escurrió de las manos en el último momento el pasaporte hacia la final de la Copa del Rey, también se escapó el billete para la Final Four de la Euroliga y, por tanto, queda una última bala en la recámara para despedir de forma brillante una temporada en la que, si bien se han cumplido los objetivos marcados por la presidencia, está dejando un sabor de boca algo amargo por el cúmulo de ocasiones desperdiciadas.
Tras apartar de su camino al Unicaja y al Real Madrid, la oportunidad para retornar siete años después a una gran final es histórica. Sin embargo, no conviene lanzar las campanas al vuelo porque el Baskonia siempre ha ofrecido esta campaña su peor cara cada vez que el partido le permitía dar un salto cualitativo en cualquier frente. Las derrotas en el Buesa Arena ante el Real Madrid, Panathinaikos, Zalgiris o Unicaja obligan a hilar fino ante un rival insular que ya ha dado muestras de su peligrosidad y fue capaz de salir victorioso de la cancha de Zurbano en la Supercopa.
Con el aliciente del posible debut de Ricky Ledo, la flamante adquisición azulgrana para reforzar un perímetro diezmado pero todavía con pocos entrenamientos a sus espaldas y escaso conocimiento del equipo como para ser de gran ayuda, el Baskonia afronta uno de esos duelos donde necesita tener la mente fría y liberar la típica tensión. Convertido en el claro favorito, toda la presión recae esta noche sobre sus hombros en una velada donde, caso de perder, quedaría en una situación crítica y se vería obligado el jueves de la semana siguiente -incomprensible que haya tantos días de distancia entre ambas citas- a una machada en la sauna del Gran Canaria Arena.
No caben los titubeos ni las vacilaciones ante un visitante huérfano de nombres rutilantes pero con una plantilla muy equilibrada en la que todos los puestos están perfectamente cubiertos y apenas hay diferencias entre titulares y suplentes. Con una mezcla perfecta entre veteranos curtidos en mil batallas (McCalebb, Oliver, Báez, Hendrix...) y jóvenes hambrientos como el emergente Pasecniks o Paulí, el Gran Canaria únicamente ha sumado dos victorias menos que el Baskonia en una fase regular donde le costó arrancar más de la cuenta.
Con todo, el talento físico y el poderío de los amarillos se antojan sensiblemente inferiores a los de un Baskonia con un núcleo duro mucho más definido y consistente. Sito Alonso, uno de los que más se juega posiblemente en esta recta final de temporada de cara a su continuidad en el banquillo, ha visto cómo su ejercito ha menguado con las sucesivas pérdidas de Bargnani, Budinger y Luz. Sin embargo, aun así le sobran efectivos para superar esta primera eliminatoria a cara de perro. Cualquier otro resultado que no sea la figura del cuadro vitoriano incrustada en la antesala de la final constituiría un fracaso rotundo.
Baskonia y Gran Canaria se medirán por tercera vez en las cinco últimas temporadas en este cruce de cuartos, una barrera que los alaveses rompieron por fin el año pasado ante este mismo adversario de la actualidad tras un tenebroso ciclo de tres años tropezando con la misma piedra. Nada mejor que un golpe de autoridad a las primeras de cambio para alimentar el sueño de hacer algo grande en unas series finales por el título cuya hoja de ruta la habría firmado cualquiera allá por octubre del año pasado cuando se produjo el bautismo de una nueva edición liguera.