Vitoria - Es el Baskonia un equipo que disfruta en el juego alegre y sin cortapisas y que sufre mucho más cuando tiene que meterse en el barro del cinco contra cinco de manera continuada. Unos problemas que se incrementan cuando Shane Larkin se ve agobiado por las defensas rivales y no puede sacar a relucir su magia o cuando Rodrigue Beaubois no es capaz de anotar desde el uno contra uno. En el momento en el que los dos principales generadores de juego con balón no tienen su día, todo se pone cuesta arriba para los azulgranas. Así lo entendió el Panathinaikos, que planteó en el inicio una defensa especial con la que anuló por completo al base norteamericano y con él todo el juego baskonista en un primer cuarto para olvidar que resultó determinante en el desarrollo del partido al encajar un demoledor parcial 6-24 que ya no podría levantar.
Comenzó ganando el partido Xavi Pascual en su preparación previa. Un planteamiento sobre la pizarra que fue ejecutado de manera perfecta por sus jugadores sobre el parqué. Recurrió el técnico del Panathinaikos a una defensa mixta con cuatro hombres en zona y uno en individual -lo que en el mundillo se conoce como caja y uno- sobre Larkin. Anulado el generador del juego ofensivo baskonista con una lapa como Calathes pegada a su cuerpo -cuando se producía bloqueo directo arriba era Feldeine el que cambiaba automáticamente para que su compañero recuperase posteriormente la defensa-, el ataque se atascó por completo. El faro estaba apagado y el barco iba completamente a la deriva.
La pegajosa presencia del base heleno sobre Larkin se vio acompañada por la presencia en cancha de cuatro jugadores de un potencial físico importante y perfiles parecidos, tanto en músculo como en altura: Feldeine, Nichols, Gist y Singleton. Asentados cada uno de ellos en su espacio correspondiente, a base de brazos y piernas cerraron los espacios y metieron en el túnel el ataque local, desquiciado con los cambios defensivos de caja y uno a individual y a zona 2-3 que Pascual fue alternando para dificultar al rival.
Mientras, en el otro lado de la cancha el ataque griego funcionaba con precisión suiza. Desde el bloqueo directo y la ejecución del dos por dos entre Calathes y los interiores se generaban situaciones de ventaja definitivas. Un juego coral cercano a la perfección y tremendamente dañino, con los puntos repartidos entre todas las piezas e imposible de frenar para el Baskonia.
Las soluciones las buscó Sito Alonso a través de tiempos muertos y cambios. Ninguna condujo a buen puerto. La activación del otro referente en la generación, Beaubois, resultó nefasta. Demasiadas opciones individuales y tiros excesivamente forzados. El 6-24 que el marcador reflejaba al final del primer cuarto era del todo demoledor.
Ese diferencial de 18 puntos fue el que marcó el desarrollo posterior del encuentro. Ni Panathinaikos fue a partir de entonces tan superior ni el Baskonia se mostró tan capitidisminuido. Bajaron los griegos el ritmo, se olvidaron del sistema defensivos que tan buen rendimiento les estaba dando y les dieron opciones a los de Sito Alonso, que fueron encontrando jugadores que se sumaban a las labores de anotación. El problema entonces fue de ansiedad, con muchos errores propios de la precipitación.
Cada vez que el Baskonia tenía la opción de regresar al partido, un fallo le volvía a condenar a remar contra la corriente. Así hasta un último cuarto en el que el marcador se apretó por primera vez en todo el partido. Pero, de nuevo, en los momentos decisivos los errores propios se llevaron por delante la opción de la remontada.