vitoria - Tras su mágica exhibición en cuartos de final ante el Iberostar, Shane Larkin afrontará esta tarde una prueba de fuego que pondrá a prueba su temple y personalidad como baloncestista. Sus apuros irán in crescendo en una semifinal donde la exigencia será mucho mayor para el héroe del jueves en el Buesa Arena, que no ahorró continuos cánticos de MVP hacia -con permiso de Pablo Prigioni- el mejor base del Baskonia desde la época de Elmer Bennett a medida que iba minando la resistencia de los chicharreros. No en vano, se fue hasta los 17 puntos en diez minutos finales ciertamente primorosos.
El norteamericano tratará de no revivir hoy las pesadillas de su último enfrentamiento ante el Real Madrid. El pasado 3 de febrero se vio completamente colapsado por un pit bull de nombre y apellido conocidos. Jeffery Taylor, el principal perro de presa con que cuenta Pablo Laso en el perímetro para amargar la existencia a la estrella de turno rival, ejerció esa noche como perfecto secante para frustración de un Baskonia que nunca contó con opciones reales de hincarle el diento a un poderosísimo adversario.
El sueco nacionalizado estadounidense, un portento físico de la naturaleza y con grandes muelles, cerró el camino del aro a la estrella del Baskonia, completamente difuminado e impotente a la hora de mostrar su mejor versión ante la envergadura y el músculo de su permanente sombra durante la penúltima velada continental. La abismal desventaja en cuanto a centímetros -concretamente 20- jugó en contra de Larkin, que estuvo desconocido con apenas 5 puntos y 3 asistencias en su hoja de servicios. Sus horrendos porcentajes en tiros de campo -2 de 11- dejaron entrever los padecimientos para superar a un especialista en labores de contención al que hoy se le encomendará básicamente una misión: vaciarse por completo a la hora de que la cabeza pensante del Baskonia pase desapercibida.
De no mediar nada extraño y viendo el último precedente, Taylor se pegará como una lapa sobre Larkin para cortocircuitar la ofensiva del Baskonia, ultradependiente casi siempre del ritmo y acierto del timonel procedente de los Nets de Brooklyn. Por si ello fuera poco, la deslumbrante actuación del norteamericano en cuartos de final ante el Iberostar ha puesto las orejas tiesas al técnico vitoriano del Real Madrid, que como buen base en su día ya es consciente de la influencia de este jugador en el éxito del equipo de su tierra. Nadie duda de que el inquilino del Buesa Arena vive mucho más intranquilo cuando su fuente de alimentación encuentra algún antídoto que reduzca su álgida capacidad anotadora y también su elevado número de asistencias por encuentro. - O. San Martín