Vitoria - Para abrir boca en la Copa, un triunfo sufrido pero también convincente que ahuyentó de raíz los peligrosos fantasmas que se cernían sobre el Baskonia antes del pistoletazo de salida. Sin poder respirar tranquilo hasta prácticamente el bocinazo final, domó con cierta suficiencia a un Iberostar siempre a remolque y que acabó rindiéndose a la magia de Larkin, un demonio que se colocó la capa de héroe en el epílogo con un repertorio fabuloso. Pese a la presión existente sobre sus espaldas, las dudas que estaba generando su rendimiento en los últimos tiempos o la inesperada irrupción en las filas chicharreras de Grigonis, un excelente proyecto de jugador, el cuadro vitoriano cumplió la parte de guión que le tocaba. Amarrado el objetivo mínimo, se abre el cielo en busca del ansiado séptimo entorchado copero. El Real Madrid, verdugo del Andorra tras una prórroga milagrosa rubricada por Randolph, espera en la antesala de la final.
Vendió cara su piel la revelación liguera, pero el Baskonia manejó con eficacia los tempos de un partido teñido de color azulgrana desde la recta final del primer cuarto. Siempre por delante en el electrónico y sostenido por el veneno de Larkin, facturó una victoria imprescindible para liberarse mentalmente. Terminó reinando el más necesitado y el equipo con mayor pegada porque el Iberostar, con sus limitaciones y sensibles ausencias, dejó bien claro que su presencia en el Buesa Arena no ha sido fruto de la casualidad.
Si evitó la formación alavesa cualquier conato de rebelión fue gracias a una furia incontenible en el timón que incendió la contienda en el último cuarto con sus volcánicas penetraciones y sus misiles exteriores. Los 17 puntos del norteamericano en este intervalo supusieron una bocanada de oxígeno para un Baskonia cuyos tirones siempre encontraron una oportuna respuesta en el Iberostar. Nunca le perdió la cara al partido la afinada orquesta dirigida por Vidorreta en un partido de elevadas revoluciones, el escenario ideal para el anfitrión y donde se maneja con más comodidad por las características de sus purasangres.
diez minutos para enmarcar El técnico vizcaíno no pudo esquivar esta vez el intercambio de golpes. En ese terreno tan poco movedizo, creció de forma exponencial la figura de Larkin, incansable a la hora de desfigurar el rostro de los insulares. El solo se bastó para tapar algunas grietas dentro del entramado azulgrana como la poca consistencia de un desconocido Voigtmann, la intermitencia de Beaubois o, un día más, la ineficacia de un Bargnani incapaz de remontar el vuelo en Vitoria. El italiano volvió a adoptar un papel testimonial en su línea de toda la temporada.
El Baskonia se sacudió desde el inicio los nervios inherentes al duelo inaugural copero. Con un alto ritmo, buenas dosis de acierto exterior y una defensa por momentos poderosa, supo contrarrestar a su bestia negra de los últimos tiempos. Pese a las diferentes defensas puestas en práctica por su técnico, el Iberostar careció de su habitual rigor táctico y en varias fases también algo de convicción en sus posibilidades. No le iba tanto la vida en el encuentro como al acuciado anfitrión, obligado a imponer la lógica y acreditar la superioridad derivada de una plantilla muy superior.
Volvió Larkin de la lesión y simplemente con ello el Baskonia recobró una versión más reconocible. Letal tanto en el plano anotador como a la hora de alimentar a sus compañeros, el eléctrico base estadounidense -sin ningún tipo de secuelas del esguince sufrido la semana pasada- marcó a la postre la diferencia. Su último cuarto resultó para enmarcar. Fue un dominio aplastante que dejó en un segundo plano la exhibición de Grigonis, indefendible para los exteriores de Sito Alonso.
El descarado lituano prolongó el fino halo de vida de un Iberostar que siempre hizo la goma y no llegó a meter en ningún momento el miedo en el cuerpo pese a su entusiasmo. Richotti ingresó como solución de emergencia en el último cuarto, pero su inactividad se dejó sentir sobre la pista alavesa. Para tranquilidad del Baskonia, surgió la figura inconmensurable de Larkin para evitar males mayores. Por algo retumbaron con fuerza los gritos de MVP cuando se retiró al vestuario convertido en el gran triunfador.
Volvió ayer tras su inoportuno esguince y lo agradeció sobremanera un Baskonia que se puso en sus manos en el último cuarto para destrozar la férrea resistencia del Iberostar.