atenas - Esta vez salió cruz en otro epílogo agónico. Un respondón Baskonia, con la fama de conquistador ganada a pulso desde el inicio del curso, acarició otra gesta de dimensiones siderales en el OAKA. Tras derramar ingentes dosis de sudor, dispuso de quince segundos para poner el broche de oro a otra actuación notable en territorio hostil. De peores situaciones ha salido airoso estos meses y todos se frotaban las manos viendo los precedentes. Sin embargo, no surgió en esta ocasión una espada ganadora que silenciara un pabellón convertido en una olla a presión. Se le escurrió la gloria de mala manera con una deficiente gestión de la última posesión pese a que nadie puede cuestionar la valía del hombre al que Sito Alonso encomendó la tarea de apuntillar al Panathinaikos.
El técnico madrileño diseñó en la pizarra un aclarado para Beaubois que fue, a la postre, una oda al despropósito. El francés, salvador en innumerables ocasiones a lo largo de esta temporada, se emborrachó de balón sin levantar la cabeza o mirar a algún compañero desmarcado. Asfixiado por el veterano Calathes, rodeado por un bosque de brazos y piernas que le nubló la vista en su intento primero de penetración y más tarde de anotación a aro pasado, ni siquiera pudo encontrar una pequeña rendija para lanzar a canasta. En esa pérdida se esfumaron las opciones de salir por la puerta grande de otro de los santuarios continentales y conseguir de paso un salto cualitativo enorme en la clasificación.
Porque el Baskonia desperdició una ocasión inmejorable para asaltar el segundo puesto en solitario de la Euroliga. Una verdadera lástima porque lo tuvo en sus manos, dio la cara en todo momento y dominó varios tramos con suficiencia amparado en la dictadura interior de Ilimane Diop. Al final, careció de esa pizca de suerte que, por ejemplo, le acompañó en Kazan o recientemente ante el Barcelona. Tras cuatro victorias consecutivas, la tropa alavesa vio frenada su escalada triunfal en la pista de un Panathinaikos renacido pero también vulnerable por todos su poros.
De los viejos conocidos, James ejerció como verdugo con nueve puntos decisivos en el cuarto final ganando por goleada su duelo a Larkin y Bourousis se vio amargado por el senegalés. El gigante de Karditsa deambuló como alma en pena ante la sombra alargada del bisoño poste al que enseñó durante el pasado curso todas las argucias y el juego subterráneo. El aprendiz se comió al maestro en una prueba de su madurez, pero el Baskonia no pudo acabar con buen sabor de boca una jornada propicia para su reivindicación definitiva en la máxima competición.
Tras sobrevivir a un volcán en erupción llamado Singleton, un elemento indefendible para la defensa azulgrana con 19 puntos en el cuarto inicial, el Baskonia aposentó sus reales en la cancha helena. Dominador tanto en el segundo como en el tercer cuarto, divisó la victoria con claridad (49-57) ante un Panathinaikos errático desde la personal -sus doce tiros libres errados le pudieron costar caro-, desbordado en la pelea por el rebote y maniatado en el juego posicional pese al oficio de Calathes, que como los buenos vinos mejora cada temporada.
El aro, en cambio, se hizo pequeño en un último cuarto de máxima espesura. Entre el cansancio y el mal día de los primeros espada, vio el Baskonia cómo el ogro de Xavi Pascual le iba recortando terreno y se le subía a las barbas. Penalizado además por su rápida entrada en el bonus, el cuadro vitoriano languideció sin remisión. No hubo respuestas de Larkin, desaparecido en combate e incapaz de contener la furia del pistolero James. Solo Beaubois firmó cinco puntos consecutivos que pudieron prolongar el fino halo de vida hasta el último suspiro. El galo flaqueó esta vez a la hora de erigirse en el héroe. Una oportunidad magnífica que se marcha por el sumidero, pero no hay motivos para la queja. Este grupo sigue en la pelea mostrando un gen competitivo envidiable.
Mala gestión de Beaubois. El francés dispuso de un aclarado para sumar la canasta de la victoria, pero no levantó la cabeza y se obcecó demasiado ante la marca atosigante de Calathes. Salvador en otras ocasiones, esta vez no pudo convertirse en el héroe del OAKA.
Discontinuidad. El Baskonia alternó grandes momentos de juego, especialmente en los cuartos centrales, con otros en los que se vio maniatado por un Panathinaikos vulnerable que arrancó como un cohete gracias a un letal Singleton (19 puntos en los diez minutos iniciales).
Larkin, desaparecido. El base estadounidense disputó en tierras atenienses uno de sus peores partidos con la elástica azulgrana.
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Faltó el descabello. Posiblemente le sobraron muchos minutos a Budinger y tiene a jugadores en un estado de forma preocupante como Blazic o Voigtmann, pero el Baskonia volvió a competir de forma admirable en el OAKA y apenas se le pueden hacer reproches. Incluso el aclarado final para Beaubois se antojaba la mejor opción para conquistar el santuario heleno.
Ciertamente espectacular y con una madurez asombrosa. Se ‘comió’ a su maestro Bourousis y dio un empaque sobresaliente a la zona con dobles figuras y un gran trabajo de intimidación.