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Muchas variantes tácticas. Hizo coincidir sobre la pista a dos bases (Larkin y Prigioni) en busca de la clarividencia que se le resistió al Baskonia durante varias fases. Voigtmann e Ilimane también simultanearon su presencia ante la escasa pegada de los ‘cuatros’. El Baskonia encontró, a la postre, el premio a su atroz sufrimiento. Hasta en los días más aciagos, es un grupo que compite.
vitoria - El Baskonia se siente definitivamente cómodo en el alambre. Le va la marcha y carece de miedo a jugársela a cara o cruz en un final caliente. Con dos tipos de hielo como Larkin y Beaubois, puede ir desde luego al fin del mundo. Si hace una semana halló un tesoro en la gélida Kazan, su agónica victoria de ayer ante el Barcelona estuvo precedida de las mismas dosis de angustia y tuvo un valor si cabe más incalculable por mantenerle una jornada más entre la nobleza continental y alejar definitivamente a un rival directo.
En un partido áspero y feo a más no poder que no pasará a la historia, el estadounidense volvió a destapar su enorme categoría al frente del timón. Con dos triples en un tramo crítico, dejó herido de muerte a un Barcelona escaso de convicción y fe en sus posibilidades. Para rematar la faena, llegarían a renglón seguido dos tiros libres a cargo del escolta francés que obligaron al cuadro catalán a jugársela en la última posesión a la ruleta rusa del triple. Claver, que no se distingue precisamente por su virtuosismo desde la larga distancia, no embocó su misil y una explosión de júbilo inundó el Buesa Arena. La fiesta fue completa, por tanto, en el ansiado retorno de Prigioni a la cancha de Zurbano. El argentino, falto de ritmo y sin conocimiento de sus compañeros, apenas se dejó sentir durante un pequeño tramo del segundo cuarto en el que la vista azulgrana estaba completamente borrosa y se precisaban dosis de clarividencia en la dirección para dar una vuelta de tuerca a un partido con muy mala pinta. Sin embargo, el simple hecho de observarle tanto tiempo después supuso un plus anímico para una grada encendida que finalmente se convirtió en el sexto jugador a la hora de engullir a un tétrico Barcelona.
Lejos de su mejor versión, carente de chispa y con el punto de mira desviado, el Baskonia volvió a extraer petróleo de un encuentro ciertamente para olvidar. Hubo más pasión y tensión en los dos contendientes que un juego mínimamente aceptable. Pero fueron los vitorianos quienes se llevaron el gato al agua con el consiguiente subidón y refuerzo anímico a nivel clasificatorio. Con la novena muesca continental, se abre definitivamente el cielo para un grupo que no sólo atesora talento sino también buenas dosis de amor propio, garra y dureza mental para ganar hasta en los días más obtusos donde se cierra por completo el aro.
No pudo ser más aterradora la desengelada puesta en escena azulgrana. Un Baskonia sobrado de pólvora y con una pegada demoledora vivió esta vez un calvario en cada ataque. Más de cuatro minutos tardó en inaugurar su casillero en la antesala de una inexplicable espiral de errores. Si se agarró a duras penas al partido fue exclusivamente por los deméritos y las concesiones de un Barcelona disfrazado de perdonavidas y con el que rivalizó a la hora de hacer caer la velada en la más absoluta de las monotonías. Lo que se presumía una batalla sin cuartel y un espectáculo al más alto nivel, endulzado por el debut de Prigioni, desembocó en un auténtico fiasco.
Ofrecieron dos pesos pesados de la Euroliga una de esas noches que no se corresponde con el glamour y el prestigio de la competición. Únicamente Larkin y Beaubois dejaron pinceladas de calidad en medio de una película de terror que condensó todo lo malo de este juego: precipitación, espesura, horrible lectura del juego, pésima selección de tiro y nervios a flor de pies que impidieron el disfrute a un Buesa Arena vestido con sus mejores galas para la ocasión. Sin hacer nada del otro mundo y limitándose a aprovechar el tenebroso día de los vitorianos, el Barcelona llevó la delantera en el marcador hasta bien entrado el tercer cuarto. Con la ausencia de última hora de Oleson, aquejado de una lumbalgia, evidenció el conjunto catalán su inestabilidad. Sus urgencias en la Euroliga están más que justificadas y mucho deberá mejorar si quiere remontar el vuelo.
Con serios problemas para atar en corto a Koponen y Tomic, los principales faros de Bartzokas, el Baskonia navegó a contracorriente durante excesivos minutos y casi nunca dio con la tecla para imprimir algo de vértigo y electricidad a un duelo disputado a un ritmo parsimonioso. Sin velocidad ni frescura en las piernas, puso en peligro el triunfo al estrellarse en el juego posicional contra la defensa bien armada de los catalanes. Pese a ello, surgieron unos estelares Larkin y Beaubois para seguir manteniendo vivo el sueño continental.
Dos cuchillos afilados. En un partido terriblemente espeso y de escasa calidad, las pinceladas de calidad a cargo de Larkin y Beaubois terminaron sometiendo a un Barcelona que justificó las razones de su precario estado. Dos triples del base estadounidense en el epílogo sepultaron a los catalanes.
Sopor absoluto. Decepcionó por completo un encuentro con más tensión y nervios que buen juego. Ambos equipos rivalizaron a la hora de cometer errores. Tras contagiarse del parsimonioso ritmo culé, el Baskonia se estrelló en el cinco contra cinco posicional y apenas pudo correr.
Se llevó finalmente su duelo con Rice. Pese a estar lejos de su mejor versión, surgió de forma arrebatadora en el tramo final con dos triples que decantaron la balanza para el Baskonia.