vitoria - Ni siquiera han transcurrido dos meses oficiales de competición y ya hay jugadores en manos de Sito Alonso que comienzan a acumular una carga desmedida de kilómetros en sus piernas. Un síntoma muy preocupante cuando todavía resta por delante un mundo tanto en la ACB como la Euroliga y conviene llegar fresco física y mentalmente a las batallas más ásperas que posibilitarán la opción de pelear por los títulos. De momento, Shane Larkin y Adam Hanga -integrantes de la espina dorsal de este renovado Baskonia- demandan una bombona de oxígeno ante el desgaste sobrehumano al que se están viendo sometidos sus cuerpos desde que echó a rodar el nuevo ejercicio.

Dando por sentado que el base estadounidense, acostumbrado ya al calendario infernal de la NBA con partido cada dos días, y el expreso magiar, cuyos costa a costa resultan célebres en cada comparecencia azulgrana, son dos portentos físicos de la naturaleza, convendría no tentar en exceso a la suerte con su estado físico a la vista de lo que puede deparar el futuro en forma de posibles lesiones. Sin ir más lejos, Hanga ya se rompió en un momento crítico de la pasada temporada al padecer una rotura fibrilar en plena disputa de la eliminatoria de cuartos de la Euroliga ante el Panathinaikos.

La capacidad agonística tiene un límite y está por ver la respuesta de dos piezas capitales del equipo alavés si su entrenador no aligera en la medida de lo posible una carga de minutos que, con total seguridad, no figuraba en su planteamiento inicial. El problema reside en que Sito Alonso se encuentra entre la espada y la pared ante la escasa fiabilidad que, de momento, ofrecen los dos integrantes de la segunda unidad que deberían descargarle de minutos dentro de la plantilla. Una cosa reside en tratar de otorgar la máxima confianza a todos los jugadores y otra bien distinta regalar los minutos a quien no contrae ningún tipo de mérito para ello.

Tristemente, en el Baskonia ya se ha abierto una brecha considerable entre algunos titulares y suplentes. En el caso de Larkin, las dudas de un Rafa Luz muy espeso a la hora de hilvanar el juego hacen de él un peón imprescindible en la dirección. Tan o más indiscutible se siente Hanga en el puesto de tres ante la desorientación de Budinger, pendiente de completar su proceso de acoplamiento y cuya aportación al engranaje vitoriano está siendo raquítica en todas las facetas del juego.

rotación muy corta Tan pobres son las prestaciones del brasileño y norteamericano que Sito Alonso ha puesto en liza alguna otra variante con el fin de oxigenar de forma esporádica a Larkin y Hanga. Como, por ejemplo, recurrir a Beaubois para ocupar el timón -el francés hace realmente daño ejerciendo como escolta- o conceder minutos al tres a Blazic o al todavía bisoño Sedekerskis. En definitiva, demasiados parches que no funcionan como deberían y, por ende, obligan al entrenador a apostar por la fórmula más segura.

La duda estriba en saber si merece la pena sacrificar ahora alguna victoria en aras de que dos pesos pesados del equipo afronten frescos de piernas y cabeza la parte decisiva de la campaña. Los números hablan por sí solos y la tendencia a exprimir a algunos titulares se ha agudizado en la agotadora última semana. En ella, Sito Alonso ha acortado al máximo la rotación para que el Baskonia pudiera sellar, no sin altas dosis de suspense y angustia, dos remontadas milagrosas ante el Brose Bamberg y el Tecnyconta Zaragoza.

De no haber puesto en práctica el madrileño este planteamiento conservador, el Buesa habría asistido a dos derrotas sin paliativos de un equipo que, al margen de Larkin y Hanga, empieza a nutrirse de los puntos de Beaubois, tiene en Voigtmann a un sólido valor en la pintura y necesita como el comer el retorno de Shengelia para lograr un mayor equilibrio interior-exterior.

En cualquier caso, urge ya que tanto Luz como Budinger brinden algún tipo de respuesta para justificar sus respectivos fichajes. En el caso del internacional brasileño, uno de los cuatro cupos que por imperativo legal debe alinear el Baskonia en la ACB, su estilo pausado y de bajas revoluciones debería ser un buen contrapunto al vértigo y electricidad que imprime Larkin. Hasta ahora, solo ha dejado algún destello ante rivales de poco fuste. El alero estadounidense tiene el atenuante del poco tiempo que lleva en Vitoria y de vivir su primera experiencia a este lado del Atlántico, pero a corto plazo se esperaba mucho más de alguien con un bagaje de 407 partidos a sus espaldas en la NBA. La paciencia siempre tiene un límite en el Buesa Arena y no se descartan medidas drásticas si no reacciona.