vitoria - Parece que fue ayer cuando el Baskonia estaba disfrutando, después de años de sufrimiento, de las mieles de su inesperada presencia en la Final Four de Berlín. Nada más lejos de la realidad sin embargo. El tiempo ha transcurrido rápido y ayer se abría en el Buesa Arena una nueva era de la Euroliga con un duelo que enfrentaba al cuadro vitoriano con su brillante pasado reciente. Velimir Perasovic, el técnico que le reinsertó en la élite, volvía al pabellón de Zurbano. Pero, en esta oportunidad, para ocupar el banquillo visitante. Quizás por las sensaciones que inevitablemente provocaba este reencuentro, lo cierto es que la contienda vio la luz bajo el sino que presidió el comportamiento azulgrana el pasado curso. Con la velocidad por bandera y la búsqueda de la canasta contraria por encima de la intensidad defensiva.
Fue Shengelia el encargado de abrir el fuego con seis puntos consecutivos en apenas un minuto que dejaban claras las intenciones del combinado local. Trató de continuar el plantel vitoriano subido en esta ola para intentar abrir la primera brecha en el marcador pero, sin embargo, no pudo transformar este acelerón en una renta considerable. Porque, aunque pudo llevar la iniciativa, vio cómo su oponente se le adosaba como una lapa.
Porque la escuadra turca recogió el guante que le había lanzado de entrada el Baskonia y se avino a desarrollar un duelo de bombarderos en el que prácticamente cada posesión se transformaba en puntos y la pista se convertía en una pista en la que demostrar de manera constante la velocidad de vértigo de que disfrutan ambos contendientes. Y ahí comenzaron a surgir nombres propios que se encargaron de llevar el peso de la contienda.
En el caso del plantel de Sito Alonso, todas las luces iluminaban la espigada figura de Andrea Bargnani. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta la espectacular puesta en escena del italiano. Pese a los problemas con las faltas personales que le afectaron prácticamente desde el comienzo, el transalpino -en su reencuentro con la Euroliga después de una década- ofreció todo un recital en el lanzamiento para enlazar canastas una tras otra -sin más fallo que un tiro libre- hasta superar la veintena de puntos. Con Shengelia como escudero de lujo y Larkin apareciendo cuando se le necesitaba, sostuvo al cuadro vitoriano en el marcador ante un Efes que fue alternando los golpes de por parte de, entre otros, Cotton, Brown o Dunston. Especialmente, para castigar las demasiadas pérdidas de balón azulgranas, principal lunar del equipo en los primeros cuartos.
Con esa igualdad en la propuesta y en el marcador se llegó al descanso (49-51) y la tónica se mantuvo también durante buena parte del tercer cuarto. Sin embargo, en su epílogo, con la técnica que supuso la cuarta falta de Bargnani, el cansancio de Larkin y los problemas con las personales que también lastraban la aportación de Hanga parecía que el duelo comenzaba a inclinarse del lado visitante (68-73). Visto lo visto hasta entonces, todo parecía encaminado a que la contienda se decidiera con una batalla final de bombarderos como había sucedido hasta entonces.
Sin embargo, no fue así. El Baskonia rebuscó en su interior un perfil casi desconocido hasta entonces y, con sus principales estiletes en el banco, se convirtió en un despiadado guerrero dispuesto a morir antes de permitir a su oponente acercarse siquiera al aro. Como consecuencia, consiguió que el Efes únicamente anotara un punto en los cuatro primeros minutos de ese parcial definitiva. Voigtmann tomó el relevo anotador de Bargnani y el equipo logró lo más complicado, darle la vuelta al estado anímico del choque y adquirir una valiosa renta ya con las primeras espadas en pista (83-76). No fue suficiente, no obstante, porque el Efes volvió a tirar de orgullo hasta llevar el choque al 84-84 a falta de 22 segundos. Ahí Shengelia tomó la responsabilidad y, con sufrimiento, certificó la victoria. Un triunfo de bombarderos y guerreros.