En este tipo de partidos donde uno de los equipos juega sin red de seguridad, hay varios aspectos que me gustaría analizar por encima de otros muchos como son el mental y el físico. Desde el punto de vista mental, siempre se piensa que el equipo que va con ventaja en la eliminatoria lo afronta con más relajación que el equipo local. Pero yo pienso que el que tiene a favor el 2-0 quiere finiquitar la eliminatoria cuanto antes pero sabiendo que todavía tiene dos opciones más. Por lo tanto, también tiene su nivel de adrenalina alto. En cambio, el que va con 0-2 en contra, no las tiene todas consigo, es decir, también debe saber jugar con la presión de tener que ganar impepinablemente porque, si no, se va a la calle. Y esa presión muchos jugadores no la saben llevar porque en unos casos les revolucionan y en otros casos les paraliza. Por eso, son los partidos de los valientes tanto en el bando de los del 2-0 como en el bando de los del 0-2. Dentro de ese aspecto mental, tanto el que va por delante como el que va por detrás deben tener consolidada una buena autoestima, conociendo sus defectos y virtudes. También es fundamental la perseverancia para soportar el cansancio, las malas rachas, el estar abajo en el marcador, etc... El control del manejo de las emociones en canchas como el OAKA, no permitiendo que emociones negativas como la frustración, un mal pase dado por un compañero, una pérdida o la rabia de no estar llegando al rendimiento habitual, se apoderen de uno. El otro aspecto que se me antoja fundamental es el físico. Mientras en la liga turca el Fenerbahce le han permitido aplazar el encuentro del fin de semana, el Madrid llegó a la cita con una mayor carga en sus piernas por jugar su partido de la ACB. Un jugador cansado o con sobrecarga de partidos es más propenso para lesionarse. La velocidad es uno de los elementos físicos más importantes del baloncesto (Madrid, Baskonia, equipos que necesitan jugar a un alto ritmo para hacer su mejor basket), ya que el ritmo que se le puede dar a un partido puede ser decisivo para el desenlace del mismo. El Madrid, si quería seguir soñando por estar en la ‘Final Four’, debía de intentar igualar el físico de los turcos, encontrar el tiro exterior de las mejores noches y buscar soluciones en ataque contra la defensa planteada por Obradovic con infinidad de cambios en los bloqueos directos y traps contra los tiradores. Además de eso, necesitaba salir a la cancha mandando en el marcador desde el principio y no dejarse dominar durante el primer tiempo, como le ha pasado en demasiadas ocasiones durante este curso. Pero nada de eso sucedió y el Madrid se queda a las puertas de su cuarta Final Four consecutiva. En cuanto al CSKA, decir que su victoria en Belgrado y el resultado de 3-0 puede parecer a primera vista que lo ha tenido fácil. Pero nada más lejos de la realidad. En los tres encuentros ha debido tirar de sus mejores hombres durante muchos minutos en cancha para imponerse a un Estrella Roja que ha vendido cara su eliminación. Con ese juego de escuadra y cartabón tan elaborado y cuadriculado, y por momentos aburrido, han vuelto a tener que ser de nuevo Teodosic y De Colo los que pusieran un poco de magia para llevar al equipo ruso a otra Final Four. Me gustaría remarcar el ambiente que se vive tanto en la cancha del Estrella Roja como en la del Partizan, dos lugares donde hay que tenerlos bien puestos para que el ambiente no te engulla y te empequeñezca como jugador o entrenador. Estos cuartos también sirven para los perdedores. Seguro que más de un jugador del Estrella Roja, con el nivel que ha demostrado durante toda la temporada, tendrá el año que viene mejores contratos en otros lugares. Si no, que se lo pregunten al representante de Miller, que se estará frotando las manos ante las ofertas que le estarán llegando. En cuanto al Barça-Lokomotiv, a pesar del 2-1 que refleja la eliminatoria, la sigo viendo muy abierta. Ya dije en un artículo anterior que era la eliminatoria más pareja y que ambos equipos tenían capacidad de ganar en casa del otro. Por eso, haría bien el Barca en no pensar que por jugar en casa el cuarto partido ya lo tiene hecho. El Lokomotiv es un conjunto con un gran quinteto titular, aunque luego las rotaciones le hacen más vulnerable. Pero el quinteto es muy bueno y me recuerda estructuralmente en alguna medida al Baskonia campeón de la Recopa del 96. En el caso del Laboral Kutxa, he de decir que hasta el mes de febrero se había comportado igual de competitivo tanto en casa como fuera del Buesa, ganando en canchas difíciles. Pero desde ese mes no había vuelto a ser capaz de ganar ningún partido lejos de los suyos. El OAKA era una buena ocasión para volver a la senda del triunfo en una cancha hostil como es la griega. Y bien que lo hizo. Las ausencias de Hanga y Causeur no eran buenas noticias, ya que el número de piezas disponibles se resentía. Jugadores como Corbacho o Planinic, con muy pocos minutos durante el año, estaban ante uno de los mejores escenarios europeos posibles para reivindicarse ante su entrenador y demostrarle que podía confiar en ellos. Y la verdad es que disputaron grandes minutos, dando buenas rotaciones y consiguiendo que el equipo no se resintiera mientras Bourousis o James no estaban en cancha. Lo del último cuarto fue para enmarcar. Tanto Adams como James parecía que estuvieran jugando un partido de pretemporada, ya que la sensación que estaban transmitiendo, torpedeando el aro griego una y otra vez, era de máxima superioridad. Hubo un momento que era tal la confianza que descuidaron las labores defensivas, siendo más permisivos de lo que la situación exigía. El Laboral Kutxa se ha vuelto a meter en una Final Four sin contar con tres de sus titulares, y ha dejado en la cuneta a un equipo con una plantilla de 15. Por esto y por otras cosas más, es tan bonito el baloncesto. Enhorabuena al equipo, al cuerpo técnico y a toda la parroquia baskonista porque lo conseguido es un grandísimo éxito.