vitoria - El baloncesto actual se parece en poco al que se practicaba hace dos décadas. Y el puesto donde se hace más visible la diferencia es el que ocupaba precisamente Millera. La figura cerebral ha dado paso a un perfil diametralmente opuesto. Escasean ya los timoneles de la vieja usanza que controlaban a la perfección el ritmo de los encuentros y eso es algo que censura el catalán.
¿Tendría cabida hoy en día Millera en la ACB?
-Como fuera por mi estado físico actual, ya te digo que no (risas). Ahora en serio, ha cambiado muchísimo el baloncesto de mi época a la de ahora. Actualmente los bases son muy anotadores y físicamente muy fuertes. Pese a que en mi etapa yo también aprovechaba mi físico, no es comparable con este momento. Sí echo de menos algún director que lleve el balón al sitio oportuno. Quizás Guillen Vives sea el hombre que más se parecería a lo que era antiguamente un base. El resto son casi todos americanos y no me queda tan claro que sean bases puros que controlen el tempo de los partidos como antes.
Entonces, ¿prefiere a las figuras cerebrales de antaño?
-El baloncesto ha cambiado un montón. Ahora el juego es mucho más físico y rápido. Los jóvenes son muy fuertes, pero poseen mucho margen de mejora en el plano técnico. Posiblemente tengan más facilidad para anotar, pero por contra les falta algo de conocimiento del juego.
Hablando de bases desbocados, ¿qué le parecen los dos potros salvajes con que cuenta el Laboral Kutxa?
-Pues lo que he dicho anteriormente. Adams y James son físicamente unos portentos y no hay quien los pare, pero les falla la dirección.
¿Cuántos directores deportivos le tacharon de la lista de fichajes por su altura?
-La verdad es que ya desde pequeñito no me contrataban por ser pequeño ni por tener proyección. También recuerdo que en las selecciones junior y juvenil me descartaban en el último momento por mi altura. Pero la verdad es que no me importaba porque me gustaba tanto el baloncesto que habría seguido jugando aunque no me hubiesen pagado. Jugaba porque me encantaba. Pasó un tren en mi vida, el del Baskonia, y me subí a él porque estaba convencido de que podía triunfar.