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Intentos estériles. Buscó toda clase de fórmulas para evitar la primera derrota del ejercicio en el Buesa, pero siempre estuvo a remolque del perfecto planteamiento de un Vidorreta que le ganó claramente la partida e hizo daño con sus habituales trampas tácticas. Retiró su confianza a Bourousis en la recta final, el ejemplo perfecto de lo desdibujado y timorato que estuvo el Baskonia ayer.

Defensa de plastilina. El Baskonia olvidó ayer en el vestuario que la defensa es su razón de ser y lo que ha sustentado su inmaculada trayectoria desde el arranque del curso. Permitió que un modesto como el Tenerife se le subiera a las barbas y adquiera confianza hasta terminar pagándolo con una justa derrota.

Sekulic y los triples. El poste balcánico se convirtió en el amo y señor en el Buesa Arena, dejando en evidencia a todos sus defensores. La dinamita de los exteriores de Vidorreta también fue mortal de necesidad para un Laboral Kutxa menos coral que en jornadas precedentes al que únicamente mantuvo en pie Shengelia. El georgiano fue un recurso insuficiente.

vitoria - Ver para creer. En una temporada reivindicativa donde estaba firmando una trayectoria inmaculada y huérfana de lunares oscuros, el Baskonia fue a languidecer el día que nadie sospechaba. Fue un gatillazo en toda regla que no entraba en ningún pronóstico. Un mal trago impensable por cómo estaba discurriendo un curso intachable en todos los aspectos, pero al que no se deben poner paños calientes por las feas formas en que se gestó. Cuando la tarde pintaba a otro paseo triunfal con el fin de seguir la estela de los líderes, el Tenerife quebró con todo merecimiento el mágico hechizo del Buesa Arena.

Ante la perplejidad y el asombro de los fieles que se acercaron al recinto de Zurbano, la imbatibilidad como local saltó por los aires en una jornada aciaga donde el Laboral Kutxa fue un continuo querer y no poder abandonado por su célebre seña de identidad: la defensa. Fue el azulgrana un grupo tibio, individualista, desconocido y timorato al que nadie acertó a reconocer. Como si hubiese olvidado en el vestuario que la razón primordial de su éxito estaba residiendo en la humildad, el sacrificio y el trabajo a destajo o el reciente billete para el Top 16 hubiese inoculado el pernicioso virus de la autocomplacencia al vestuario, aparecieron difuminadas ante los chicharreros todas las virtudes paseadas hasta la fecha.

El Baskonia arrancó con el pie torcido, se fue dejando llevar con el paso de los minutos -consciente de que la reacción vendría sí o sí mediantes unos esporádicos fogonazos de intensidad- y acabó desquiciado tras verse desbordado por un visitante tocado por una varita mágica. Sumergido en una desconcertante espiral de errores, dejó que el cuadro insular se le subiera a las barbas y adquiera la confianza imprescindible para hacer saltar la banca. El martillo pilón de Sekulic, un elemento indescifrable para la pusilánime defensa local que hizo lo que quiso y obligó a Perasovic a retirar su confianza en Bourousis en el epílogo, provocó los primeros sofocones. Tampoco hubo antídotos contra la dinamita de los letales exteriores de Vidorreta, cuyos triples en el tercer cuarto dibujaron un escenario aterrador. El de un anfitrión remando en todo momento a contracorriente y un visitante con la moral por las nubes que pronto se autoconvenció de que la gesta sería posible.

Sin espíritu coral, sin altruismo y sin dureza atrás, el Baskonia se vuelve terrenal y no puede mirar a nadie por encima del hombro. Convendría que Perasovic volviera a mirar a los ojos a sus pupilos en los próximos días y les instara a bajar cuanto antes de la nube para no vivir un fatal desenlace como el de ayer. Únicamente así lo vivido hace unas horas habrá sido un accidente sin excesiva importancia. Cuando despertó del letargo impulsado por Shengelia, ya fue demasiado tarde para un Laboral Kutxa cuyos pecados anteriores habían sido demasiado obscenos. Las oleadas finales fueron insuficiente ante la seriedad de un Tenerife que golpeó sin piedad en los flancos débiles azulgranas. Incluso el resultado definitivo resultó demasiado decoroso con un Baskonia que se autoinmoló desde el inicio y no encontró la fórmula para desactivar la sabia pizarra de Vidorreta. Recibido una vez más con música de viento en el Buesa, el técnico vizcaíno evidenció que es un perfecto estratega a la hora de desnudar los puntos débiles de sus rivales y supo incomodar al máximo a un Baskonia sumido en una espiral de laxitud, desorientación e intermitencia.

El indomable espíritu azulgrana no hizo esta vez acto de presencia y el Tenerife se fue agigantando sobre la pista de Zurbano hasta infligir la primera derrota casera de la temporada. El abultado casillero en contra habló por sí solo al término de los cuarenta minutos más oscuros de la campaña. Un baño de humildad para un Baskonia que permitió al Iberostar circular a tráves de una alfombra roja. Sin noticias de sus bases, desaparecido en combate un Causeur irreconocible y sin la imperial figura de Bourousis imponiendo su ley en la zona, la tropa alavesa ni siquiera murió con las botas puestas.

Protagonizó los mayores arrebatos de orgullo de un Baskonia sin el tesón y el espíritu indomable de otros días. Demostró que ya está recuperado, pero debe corregir sus despistes atrás.