Vitoria - Todos los equipos grandes necesitan estrellas para solventar a golpe de talento las situaciones de riesgo que se presentan a lo largo de una temporada, pero también son imprescindibles para los entrenadores otro tipo de jugadores bautizados como jornaleros de gloria que siempre anteponen el bien colectivo al individual. Si algún aficionado visiona la estadística de ayer ante el Gran Canaria, se percataría de que dos integrantes azulgranas acabaron en valoración negativa (Blazic y Hanga), otro como Ilimane Diop apenas sumó dos puntos y Kangur se fue hasta los 10 gracias, en parte, a sus 7 puntos y 7 rebotes. Aunque Bourousis y Causeur destaparon el tarro de las esencias en el epílogo, la cuarta victoria liguera de la temporada no se habría entendido sin la capital contribución de un cuarteto decisivo que supo inyectar la electricidad e intensidad necesarias para desgastar a un Gran Canaria exhausto y sin oxígeno en la cabeza a la hora de tomar determinaciones con cierto criterio en los minutos de la verdad.

Sí algo parece haber conseguido el club esta campaña tras varias tentativas fallidas es reclutar jugadores capacitados para devolver el célebre carácter que hizo temible en su día al Baskonia. El Buesa Arena agradece casi siempre más una encomiable acción defensiva que una canasta de bella factura. Pues bien, ayer se encendió y vibró de lo lindo con el indomable espíritu de cuatro piezas del equipo que, sin reunir grandísimas dotes de talento, se comportaron como soldados disciplinados y siempre aceptan un rol sacrificado.

Hanga y, sobre todo, Blazic apenas vieron el aro a lo largo de una matinal aciaga. Ambos desperdiciaron infinidad de tiros abiertos, perdieron balones absurdos y pecaron de precipitación en varias fases con acciones que no venían a cuento. Sin embargo, nunca desfallecieron y supieron brindar la consistencia que precisaba el Baskonia para ganar. El esloveno, un perro de presa que desesperó a los bases rivales con una presión asfixiante, demostró una personalidad a prueba de bombas ganándose una calurosa ovación tras un robo y un posterior mate. En el caso del húngaro, suya fue la valiente penetración que supuso su única canasta de todo el encuentro -la del 69-60 en el marcador- en pleno despegue azulgrana.

En la zona, Ilimane y Kangur tampoco defraudaron a Perasovic en su cometido de desgastar a los pívots de Aíto. En el duelo a pecho descubierto entre el senegalés y su compatriota Savané saltaron algo más que chispas, pero el hambriento poste baskonista terminó ganando la partida por goleada pese al exceso de celo arbitral sufrido. Ante la ausencia de Planinic en la ACB, Diop rubricó un valioso trabajo en la sombra que permitió a Bourousis llegar entero a los minutos de la verdad. El último en llegar, Kangur, también ha interiorizado rápidamente que uno sólo se gana los minutos en este conjunto con el sudor de la frente y bajando al barro. En ausencia de Shengelia, un teórico titular como Tillie vio desde el banquillo el tramo en que se gestaba el despegue del Laboral Kutxa en el marcador. Jornaleros impagables, en definitiva, que no se vieron recompensados por una estadística cruel.