VITORIA - Nueve meses de pelea y de tensión para, al final, quedar todo como ya estaba. De un tiempo a esta parte, las decisiones de despacho de unos directivos ganan la batalla al papel de los jugadores sobre una cancha de baloncesto. En el camino hacia su propia autodestrucción, la decadente ACB protagonizó ayer el enésimo esperpento de los últimos tiempos. El prestigio de la que se vanagloria de ser la segunda mejor competición del mundo tras la NBA ha vuelto a quedar seriamente dañado. La Asamblea General Ordinaria, celebrada ayer en Barcelona con la presencia por parte del Baskonia de Josean Querejeta y Félix Fernández, resolvió que el Tizona de Burgos y el Ourense, dos modestos equipos que se habían ganado con el sudor de la frente el premio del ascenso procedente de LEB Oro, no serán inscritos en la próxima edición liguera.
En el caso del club castellano, era algo sabido desde hacía semanas dado que sus dirigentes se han visto incapaces por tercer año consecutivo de reunir el dinero suficiente con el fin de hacer frente a las leoninas condiciones que exige la patronal. La entidad gallega, que ya tenía abonado el canon de entrada tras tomar parte en su día dentro del torneo, presentó en su día la documentación requerida por la ACB para su afiliación y efectuó el ingreso correspondiente, pero la auditoría encargada de comprobar el estado de sus cuentas no ha sido superada de forma satisfactoria.
Todo ello redunda en que la próxima campaña volverá a reunir a los mismos 18 equipos que han tomado parte en el ejercicio 2014-15. Las dos plazas vacantes han sido ofrecidas a los dos conjuntos descendidos, el Gipuzkoa Basket y el Fuenlabrada, que disponen de quince días para cumplir los trámites necesarios a la hora de recibir el visto bueno. Como no podía ser de otra forma, la noticia causó una indignación generalizada en el mundo del baloncesto. Mientras una gran liga europea se abre paso con fuerza y amenaza con hacer empeorar la salud de unos torneos domésticos heridos de muerte, la ACB se mantiene como un coto cerrado en el que unos se tapan a otros excesivas vergüenzas. Con numerosos asociados en el umbral de la viabilidad económica, incapaces de estar al día en los pagos a los jugadores y ahogados por las deudas, su porvenir se encuentra teñido de sombras.
En las últimas cuatro campañas, el único equipo que ha consumado el milagro ha sido el Andorra gracias al incondicional respaldo de las instituciones y el patrocinio del banco MoraBanc. Y todo ello después de que el presidente recientemente renovado, Francisco Roca, proclamara a los cuatro vientos su intención de “reactivar” el torneo y apelara a “la necesidad de buscar fórmulas que hagan el ascenso menos pesado y propicien más flexibilidad”.