sevilla - Hace ya mucho tiempo que la posición de base es una de las grandes preocupaciones en el Baskonia. No termina de contar con un dueño claro y todos los que pasan por ella son analizados con lupa. Este curso ni mucho menos es una excepción. Más aún tras la marcha de Thomas Heurtel al Efes y su sustitución por la pareja James-Adams. Tras un lógico periodo de adaptación, parece claro ya cuál es el rendimiento que pueden ofrecer los estadounidenses. Pese a haber alternado ambos encuentros sobresalientes con otros más que deficientes, casi siempre aparece un denominador común en sus actuaciones.

Este no es otro que sus dificultades para hacer carburar al equipo. Mucho más cómodos cuando ejecutan acciones individuales que cuando deben ser el cerebro sobre la pista, tanto James como Adams son el ejemplo perfecto de la tendencia del baloncesto moderno a que base y director de juego sean cada vez menos sinónimos.

Una circunstancia que quedó de manifiesto nuevamente ayer y que puede constatarse de un simple vistazo a las estadísticas. Durante los cuarenta minutos del encuentro ante el Baloncesto Sevilla, el Laboral Kutxa repartió trece asistencias. Pues bien, de todas ellas, únicamente una correspondió a la pareja de playmakers. Concretamente fue James quien la firmó y llegó ya en los minutos finales.

Un dato inaudito en la mayoría de los equipos, en los que los unos aglutinan constantemente los pases que acaban en canasta pero que, para preocupación a buen seguro del cuerpo técnico azulgrana, se repite con relativa frecuencia en el Baskonia. Y el que las asistencias con sello de base se hallan convertido en una especie en peligro de extinción en el Buesa Arena lleva aparejado un serio peligro para el juego del equipo. Sin un cerebro que sea capaz conducir al equipo, es muy poco probable que se pueda salir de situaciones apuradas salvo con esporádicas rachas de acierto escasamente fiables .