vitoria - Hace mucho tiempo ya que está demostrado que en el ámbito del deporte profesional tiene tanta o más importancia el aspecto psicológico que el físico. En un terreno en el que cada detalle, por pequeño que sea, se analiza hasta el infinito, tratar de conseguir la preparación mental más óptima se ha convertido en un objetivo de primer nivel. Para lograrla, se recurre a diferentes caminos en función muchas veces de las particulares condiciones en las que se encuentra el protagonista. Precisamente con esta búsqueda del punto ideal con el que afrontar un desafío tienen mucho que ver los últimos acontecimientos que se han vivido en el Baskonia.

Y es que la explosión dialéctica protagonizada por Ibon Navarro el pasado domingo después del bochornoso espectáculo ofrecido por sus discípulos en Tenerife debe enmarcarse inevitablemente en esta tesitura. Muy poco a nada tienen de casual los durísimos dardos lanzados por el preparador vitoriano.

Bien es verdad que la actuación del Laboral Kutxa en esa cita fue por completo inaceptable pero no lo es menos que, con total seguridad, la respuesta del cuerpo técnico y el propio club no habría sido la misma en el caso de no estar a las puertas de una gran final. Ante la debacle escenificada en la pista canaria, Navarro se decantó por la táctica del palo y la zanahoria y no dudó lo más mínimo en atizar de lo lindo -con el añadido de hacerlo públicamente- a sus pupilos. Con ello, más allá de trasladarles su lógico y comprensible enfado, busca una reacción.

Una reacción que espera, además, de manera inmediata. El mecanismo, es sencillo. Tras un pésimo partido y una pobrísima actuación colectiva, el entrenador carga las tintas y sitúa a sus hombres en el punto de mira de los aficionados y la propia directiva. Más allá de las palabras, les receta también un castigo nada habitual -pese al cansancio acumulado por partidos y desplazamientos son citados a primera hora del día siguiente en las oficinas del club- que comunica abiertamente en la rueda de prensa posterior al partido que origina la tormenta.

Con todo ello, deja la pelota en el tejado de la plantilla. Los jugadores, atacados en algunas de sus fibras más sensibles, se encuentran ahora con dos opciones. Abandonarse y caer en la apatía o, por el contrario, rebelarse ante estas duras críticas y ofrecer su mejor versión de inmediato para callar bocas. Por supuesto, esta última es la reacción que persigue el entrenador, que espera que sus hombres muestren toda su rabia en el duelo del próximo jueves ante el Unicaja en el que el Baskonia se juega su futuro en la Euroliga. Una cita que puede marcar un punto de inflexión en la trayectoria azulgrana del presente curso. Tras el palo, la zanahoria aguarda a la vuelta de la esquina, aunque hay que pelear al máximo para poder alcanzarla.