Vitoria - Se consumó “el fracaso”, tal y como definió sin ambages Josean Querejeta a finales del año pasado una hipotética ausencia del Baskonia de la Copa del Rey cuando las esperanzas de clasificación comenzaban a evaporarse. La ausencia azulgrana era algo cantado desde la infausta derrota en el Príncipe Felipe en la última cita del 2014. A la postre, se han confirmado punto por punto todos los temores surgidos desde el verano cuando quedó configurado un proyecto con varios bultos sospechosos.
Todos los intentos por reconducir sobre la marcha los numerosos errores de la planificación, principalmente la apuesta por Marco Crespi para el banquillo y la americanización de una plantilla carente de equilibrio hasta el desembarco de Mirza Begic, han resultado en vano. Tras asomar tímidamente la cabeza con Ibon Navarro al mando de las operaciones, la reacción ha sido tibia e insuficiente.
A los alaveses únicamente les sostenían las matemáticas, pero en la jornada de ayer quedaron enterradas las últimas opciones de un equipo que ha purgado innumerables pecados. Empezando por la deficiente confección del equipo llevada a cabo por la directiva en el mercado estival, pasando por la frenética vorágine de cambios que han disparado hasta 19 el número de jugadores utilizados hasta el delirante rendimiento en los partidos lejos del Buesa Arena, estaba escrito de antemano que algo así podía acontecer.
Tras jugar con fuego la pasada campaña y conseguir el pasaporte in extremis gracias a los errores ajenos, esta vez el Baskonia se ha quemado con todo merecimiento. Ni siquiera ha llegado a la última jornada con opciones de lograr el pase. Los equipos que le preceden han sido mejores. Prueba de ello es que, de los ocho clasificados, únicamente ha sido capaz de superar en esta primera vuelta al Bilbao Basket. Ahora es cuando vienen a la cabeza y toca maldecir aquellas sangrantes derrotas encajadas en Andorra, Badalona o Murcia. Las victorias caseras frente a oponentes de medio pelo no han servido de nada ante el triste expediente rubricado en los desplazamientos. Ocho salidas y ocho derrotas en el zurrón.
Sin ser un varapalo de dimensiones mayúsculas y algo que vaya a hacer temblar los cimientos del recinto de Zurbano, que el Baskonia no haga acto de presencia en el Gran Canaria Arena supone una considerable pérdida de prestigio y una prueba más de la clara deriva del club en los últimos tiempos. Seguro que no le hará ninguna gracia a las empresas que invierten en la entidad de Josean Querejeta, ni a su sponsor principal, Laboral Kutxa, el hecho de que el nombre azulgrana no retumbe en la cita insular prevista del 19 al 22 de febrero.
Dieciocho años después, el Baskonia ha quedado excluido del cartel de su torneo predilecto. El mismo que ha conducido a sus vitrinas hasta en seis ocasiones durante el pasado y que dentro de unas semanas deberá seguir por televisión con buenas dosis de nostalgia y envidia. En la coqueta isla de Las Palmas no comparecerá en esta ocasión uno de los grandes animadores por antonomasia que, además, siempre logra movilizar a ingentes cifras de aficionados. Ahora no hubiese sido una excepción pese a lo costoso que resulta un viaje y la estancia de cuatro días en las Islas Afortunadas.
Cuando los entendidos del baloncesto deslizan que una Copa sin el Baskonia no es lo mismo, por algo será. Desde la edición celebrada León en 1997, el conjunto azulgrana siempre había sido un asiduo del torneo del KO. Sólo si sirve para que la plana mayor aprenda la lección y enderece el errático rumbo del último lustro, esta mayúscula decepción será bienvenida.
El Baskonia se quedó sin gasolina en los diez minutos de la verdad. Le costó un mundo superar la pegajosa defensa blanca e incurrió en varias pérdidas letales que le costaron una derrota cruel. Sólo Begic sumó una canasta a partir del minuto 37.