vitoria - Forastero más propicio no pudo personarse ayer en el Buesa Arena para conceder una tregua al Baskonia en una velada soporífera. En el estreno de Ibon Navarro como momentáneo timonel azulgrana, bastó una aseada segunda parte para someter a un rival limitadísimo y debilitado por dos sensibles ausencias que mermaron su capacidad para dar la sorpresa más allá de la incertidumbre de la primera parte. El conjunto vitoriano impuso la lógica ante el Gipuzkoa Basket, pero no despejó ninguna de las dudas que sobrevuelan su frágil armazón. Si saldó positivamente la visita de los donostiarras fue más por las sangrantes carencias de un firme candidato al descenso que por sus contados progresos con un rostro nuevo en el banquillo.

Las dos salidas comprometidas a la vuelta de la esquina a Klaipeda y Badalona arrojarán más luz sobre el estado actual de un equipo que, con independencia del adversario de turno, no se despoja de su vulgaridad. Una errática primera parte precedió la reacción tras el intermedio, cuya génesis fue un parcial de 10-0 que supuso el acta de defunción para los guipuzcoanos. Con la dupla francesa Heurtel-Causeur como catalizadora, el Laboral Kutxa resucitó para plasmar su abrumadora superioridad frente un oponente repleto de rostros anónimos y al que le miró un tuerto por las bajas de dos piezas capitales (Díez y Hanley). Los exteriores galos lideraron entonces un monólogo incontestable, coronado con el festival triplista de Davis Bertans.

Evitó así un nuevo sobresalto un cuadro vitoriano que mantiene vivas sus opciones coperas y gana tiempo para ir puliendo los muchos defectos que le impiden competir con un mínimo de solvencia. Y es que, en una delirante primera parte, volvieron a perpetuarse los males endémicos de un colectivo desprovisto de alma que se sostuvo a duras penas en pie antes de que la obligatoria reprimenda del descanso activase las piernas, refrescara una mente bloqueada y sirviera de toque de corneta para evitar un nuevo incendio. Poco se dejó sentir la mano de Navarro en un Baskonia que se mostró tan enfermo y depresivo como en jornadas precedentes.

carrusel de pérdidas Crespi ya ha hecho las maletas, pero permanecen intactas las carencias de un plantel mal confeccionado en el que el juego interior brilla por su ausencia exceptuando los fogonazos de Iverson. Sin margen de tiempo para imponer sus conceptos, la presencia del técnico vitoriano sí tuvo al menos un efecto terapeútico para despertar un halo de ilusión en una parroquia desencantada. Las ingentes pérdidas de balón, derivadas de la ansiedad y la falta de identidad, presidieron los instantes iniciales de una alternativa que parece más un papelón que un premio por la irrespirable atmósfera que se respira alrededor de un club a la deriva en las últimas temporadas.

Hasta un modesto Gipuzkoa Basket, tan disciplinado como limitado, se le volvió a subir en los veinte minutos iniciales a las barbas a un anfitrión inseguro, tocado anímicamente y lastrado por una alarmante falta de rigor atrás. Por si ello fuera poco, varios jugadores situados en la diana volvieron a ser una rémora. Shengelia, Tillie o Vujacic, diluido como la gaseosa tras sus deslumbrantes apariciones iniciales, no dieron una a derechas.

Jaume Ponsarnau compareció en el Buesa Arena con la sensible ausencia de Dani Díez y recibió un nuevo bofetón con el esguince de tobillo de Hanley en las postrimerías del primer cuarto. Pese a estar privado de dos elementos básicos en su engranaje, el conjunto guipuzcoano no sólo planteó una férrea oposición sino también controló el tempo del partido con cierta suficiencia hasta el periodo para la reflexión. Apenas le bastó el oficio de Doblas bajo los aros para extraer petróleo de las dudas locales y prolongar la zozobra.

Cambió la decoración por completo tras el intermedio. Se entonó Heurtel en la dirección y apareció por primera vez esta campaña la agresividad de Causeur ante el aro rival para dar otro aire a un Baskonia que subió las líneas defensivas y cortocircuitó la ofensiva visitante. Se le apagó la luz al Gipuzkoa Basket y cayó por pura lógica una victoria que entraba dentro de todos los pronósticos pese a la marejada previa al salto inicial. El problema reside en que hasta las noches más favorables para el lucimiento dejan un sabor amargo.

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Debut soñado. El Baskonia no hizo ni mucho menos un gran encuentro y el vitoriano no ha dispuesto de tiempo para imponer sus conceptos, pero constituye una grata noticia ver a un técnico de la casa sentado en el banquillo del Buesa Arena. Tiene una difícil labor por delante, pero la victoria de ayer supone un buen punto de partida para que la estabilidad llegue a las oficinas de un club a la deriva.

Apareció tras el descanso para sofocar el incendio de una primera parte aciaga. Su clarividencia y su buena toma de decisiones permitieron al Baskonia sumar un plácido triunfo.