vitoria - La ingrata pasada temporada dejó contadas alegrías a los rectores del Buesa Arena y al baskonismo en general. Entre los solitarios brotes verdes, hubo que rescatar la aparición de Ilimane Diop, un espigado senegalés que se ganó durante muchos meses la confianza de Scariolo ante las continuas lesiones y la escasa solvencia acreditada por Hamilton bajo los aros. Necesitada de jugadores hambrientos que insuflaran energía y contagiaran algo de entusiasmo entre la apatía generalizada de un plantel melancólico, la grada del Buesa Arena se ilusionó con la irrupción de un joven que, con los lógicos pecados de juventud, su falta de madurez sobre la cancha y su inexperiencia, dejó destellos esperanzadores. Incluso se ganó calurosas ovaciones con ese espíritu de gladiador que le lleva a no arrugarse ante nadie en los partidos.
Existía el pleno convencimiento de que, en su segunda temporada en la élite, su protagonismo subiría como la espuma. Tras consensuar la medida con el club, Ilimane renunció este verano a competir con la selección sub’20 en el Europeo de Grecia para llevar a cabo un plan de fortalecimiento físico -su liviano cuerpo y su extrema delgadez le impiden todavía codearse contra las grandes moles- y realizar un trabajo específico de mejora de su técnica individual. Todo ello en aras de llegar en perfectas condiciones físicas al inicio de la pretemporada y elevar su importancia dentro de los esquemas del Laboral Kutxa. Pues bien, transcurrido el primer mes de competición, Diop es el último de la fila dentro de una pintura superpoblada de efectivos.
Marco Crespi apenas le ha concedido 24 minutos en los cuatro partidos oficiales del conjunto vitoriano. Disputó 19 en el Palau y 5 ante el Unicaja en el Buesa Arena antes de ser un mero espectador del monólogo ante el Neptunas Klaipeda y el reciente batacazo ante el MoraBanc Andorra. Con seis pívots en nómina y Hamilton todavía en la recámara, una cantidad a todas luces desmedida a la hora de configurar cualquier rotación interior, el senegalés está careciendo de oportunidades para brillar y su progresión amenaza con verse seriamente resentida.
En su caso, no se atisba una solución fácil. Su cesión a otro club está completamente descartada porque el Baskonia le necesita para cumplir la legalidad vigente dentro de la ACB. Ilimane es uno de los cuatro jugadores de formación junto a San Emeterio, Shengelia y su hermano Mamadou. Por tanto, la única manera de que vuelva a hacer acto de presencia debe pasar ineludiblemente por la salida de los temporeros (Ryan Gomes y DJ White) que le cierran el paso. Con la solitaria competencia de Iverson y Hamilton, un expediente X aún sin resolver, es factible que Crespi le devuelva al primer plano, especialmente a nivel doméstico.
El problema reside en que ninguno de los numerosos hombres altos azulgranas ofrece la máxima fiabilidad. Aunque los dos estadounidenses hagan las maletas, es obvio que podrían producirse nuevos movimientos bajo los tableros si los resultados continúan dando la espalda al equipo. Diop no atesora a sus 19 años ni el talento, ni la clase ni otras virtudes innatas para erigirse en un digno heredero de iconos del club como Luis Scola o Tiago Splitter. Probablemente, nunca alcanzará la etiqueta de estrella, pero ello no justifica que su situación actual diste mucho de ser la ideal para un joven necesitado, ante todo, de continuidad. Ilimane debe convertirse en un sólido patrimonio azulgrana y una fuente de ingresos en un futuro no muy lejano, por lo que este ostracismo no es el camino más apropiado para satisfacer el objetivo.