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Las primeras dudas. El Baskonia no termina de arrancar y ayer fue un juguete roto en manos del Unicaja durante los primeros 25 minutos. El italiano llegó a Vitoria con la idea de hacer un equipo serio en defensa y, de momento, no lo está consiguiendo porque el cuadro andaluz campó a sus anchas y consiguió canastas de todos los colores. El inexistente juego interior es otra rémora.

Pasividad atrás. La falta de clarividencia en ataque puede ser justificable a estas alturas del curso, pero no la nula intensidad que mostró el Baskonia durante todo el encuentro.

Sin juego interior. El Laboral Kutxa se vio desangrado por los excelsos tiradores del Unicaja y, al mismo tiempo, por la hegemonía interior de Vázquez. La ausencia de un pívot dominante emerge ya como un problema mayúsculo en el Buesa Arena.

Varios expedientes X. Tres jugadores de Crespi empiezan a estar discutidos. Perkins anda perdido en la dirección, Johnson no deja síntomas de ser el añorado ‘killer’ e Iverson, cuyos problemas con las faltas son sangrantes, no suma nada.

Vitoria - Para cuando un melancólico Baskonia se desperezó, el destrozo ya estaba hecho y era de tal calibre que creer en la remontada se asemejó a un ejercicio de fe casi mesiánico. Deambuló como alma en pena durante casi tres cuartos la cadavérica formación alavesa, convertida en el saco de todos los golpes de un visitante con la confianza por las nubes. Ni en sus mejores sueños hubiese imaginado antes del salto inicial el Unicaja, inédito desde hace ocho años en el Buesa Arena en la ACB, vivir una velada tan plácida en territorio comanche. El problema reside en que el actual Laboral Kutxa, tristemente, dista mucho de ser una alternativa de poder y va dilapidando toneladas de aquel gen competitivo que le hizo tan célebre y temido en cualquier cancha.

Los propósitos de enmienda para la nueva temporada se van evaporando. Durante el verano se prendió la mecha de una ilusión que empieza a transformarse en desesperanza, desasosiego e inquietud. No se vislumbra algo a lo que agarrarse ante la desoladora inferioridad mostrada ante dos conjuntos de Euroliga. La cacareada refundación no está obrando, de momento, efectos terapeúticos en un colectivo que ya deja un reguero de incógnitas cuando sólo se están cumpliendo los primeros metros de la nueva maratón.

Hasta el toque de corneta en el minuto 25, instante en que el marcador reflejaba un tétrico 39-63, la impotencia local resultó pavorosa. Un parcial de 11-0 activó mínimamente al aletargado anfitrión, que de ahí a la conclusión pudo maquillar algo el estropicio. Ni el aceptable debut de White ni la reaparición de Shengelia sirvieron para insuflar aire fresco a un Baskonia donde ciertas piezas ya empieza a estar discutidas. Son los casos de Perkins, Johnson e Iverson, tres estadounidenses que todavía no han encontrado su espacio y aportan poco al engranaje colectivo. Al Barcelona se le considera un rival inalcanzable y poco terrenal, de ahí que se pasasen por alto las dudas que genera el remozado proyecto vitoriano. Debía ser el Unicaja, un equipo teóricamente de similar eslora y ambiciones, quien supusiese el auténtico termómetro azulgrana en la puesta de largo de la nueva campaña en el Buesa Arena. Pues bien, el test desembocó en un suspenso mayúsculo y derivó durante muchos minutos en otro trago difícil de digerir. El cuadro andaluz campó a sus anchas, desfiguró a un anfitrión inoperante y dejó un reguero de incógnitas de cara a las próximas semanas. Un sonrojo de dimensiones siderales que desinfla el globo de la ilusión alrededor de la plantilla.

Un auténtico coladero Ni argumentos técnico-tácticos ni gotas de orgullo ni sacrificio defensivo. Nada opuso un Baskonia desbordado, timorato y ciertamente tibio en labores de contención. Aludir a la falta de ensamblaje cuando su adversario presenta siete caras nuevas equivale a ponerse una venda en los ojos y no querer ver la realidad. Se avecina otra temporada dura porque la calidad ha vuelto a resentirse y hacer de tanto americano un grupo armónico en el que todos remen en la misma dirección constituirá una tarea para titanes. Y, mientras tanto, un pabellón cada vez más desértico que asume ya con cierta indiferencia la deriva competitiva.

Los fogonazos de calidad de Bertans en los albores del duelo fueron un bonito espejismo. Poco tardó el Unicaja en ajustar su defensa, entrar en calor y destapar las gigantescas grietas alavesas. Incapaz de amenazar por dentro, huérfano de una boya interior que liberase a los hombres de perímetro, el Baskonia comenzó a cavar su tumba demasiado pronto ante el sepulcral silencio del Buesa Arena.

El desacierto costasoleño en las primeras acciones dio paso a un torbellino de juego y canastas de todos los colores. Ante la sangrante pasividad local, se gustaron francotiradores de muchos quilates como Vasileiadis, Toolson y Kuzminskas, siempre sin una mano encima que dificultase sus suspensiones de entrenamiento. No les fueron a la zaga los postes de Joan Plaza, que también encontraron una autopista hacia el aro. Si el talento y las ideas brillan por su ausencia en ataque, lo mínimo exigible es la aplicación defensiva. Aquí también zozobró un Baskonia pesado, laxo y lento que aprovechó el último cuarto para engordar sus números y firmar un traspié algo más decorosa. Ello no enmascara que las sensaciones son malas y altamente peligrosas.

Lideró el baldío intento de remontada a partir del tercer cuarto cuando el destrozo ya estaba hecho. Muy incisivo en ataque y en mejor tono físico que en campañas precedentes.