vitoria - La visita al vetusto Palau Blaugrana de Barcelona entronca inevitablemente con la historia de Baskonia, sucursal durante muchos años de grandes jugadores que forjaron sus carreras en la entidad catalana. Uno de los más grandes, casi leyenda, fue Antonio Cándido Sibilio, Chicho en el planeta basket, protagonista hoy de una nueva apuesta de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para rescatar del olvido a los extranjeros que han ayudado a forjar el carácter del conjunto baskonista. Tras su paso por Can Barça, Sibilio completó los cuatro últimos años de su carrera ayudando al Taugrés, equipo que comenzaba a ser grande. De hecho fue la del dominicano la gran apuesta de Josean Querejeta cuando irrumpió en el club a finales de los años 80. Su historia, sin embargo, comenzó a escribirse mucho antes en su República natal, donde ahora ha regresado para continuar vinculado al baloncesto, la verdadera pasión de su vida. Su primer club fue el San Agustín de Haina y a los 15 años fichó por los Astros de Montecarlo antes de dar el salto al Club Deportivo y Cultural San Lázaro, de Santo Domingo. De aquellos tiempos también data su flirteo con el béisbol, el deporte rey del país caribeño donde no tuvo mucha fortuna. El punto de inflexión de su carrera se produjo en 1974, cuando el entonces seleccionador dominicano juvenil de baloncesto, Abel Feisal, se fijó en él como apuesta de futuro condicionado, quizá, por sus cualidades físicas. Y así fue como a los 16 años, siendo junior, disputó y logró el campeonato centroamericano de la categoría, en el que ya dejó varias muescas de un talento inusual que no tardó mucho tiempo en llamar la atención. En ese contexto, Sibilio debutaría pocos meses después con la selección absoluta e incluso llegó a disputar el tradicional e histórico Torneo de L’ Hospitalet en 1975, donde algunos directivos del F.C. Barcelona comenzaron a seguir al joven alero, del que ya tenían referencias por parte de los entrenadores de la federación de baloncesto dominicana.
compañero de ‘loquillo’ De vuelta a la República y siendo consciente el propio jugador del interés suscitado -especialmente en el entonces entrenador yugoslavo del Barça, Ranko Zeravica, así como de algunas de las universidades norteamericanas más prestigiosas-, Sibilio y su familia se decantaron por la oferta del F.C. Barcelona en 1976, donde además de jugar continuó estudiando en el prestigioso y distinguido Colegio-Academia Alpe, un centro formativo de élite, laico y con una vocación por el deporte comparable al estilo norteamericano. Lejos de resultar un marrón, su etapa colegial fue inolvidable para el caribeño, que coincidió en aquellas aulas con otros jugadores de la orbita culé como Juan Domingo de la Cruz, Juan Antonio San Epifanio, Epi, Nacho Solozábal y un espigado muchacho, amante del rock&roll, que ya lucía entonces un incipiente tupé y que respondía al nombre de José María Sanz, alias Loquillo.
El salto al parqué se hizo esperar. Algunas trabas federativas de la época impidieron al junior tramitar su licencia como jugador, que debía ser expedida por la federación catalana, de modo que solo pudo jugar algunos partidos amistosos con el equipo del colegio Alpe y disputar incluso el campeonato mundial escolar de 1977 disputado en Granollers ante el instituto yankee de Pasadena. Concluida su etapa escolar, Sibilio obtuvo la nacionalidad española y el 16 de junio de 1977 debutó con el Barça en la semifinal de Copa ante Estudiantes, que impugnó sin éxito aquel partido al considerar la tramitación de la ficha del caribeño de manera irregular.
En ese preciso instante comenzó la etapa profesional de una de las estrellas del baloncesto español. Dos décadas de fantasía y talento donde Sibilio se consagró entre los grandes y triunfó con la selección de Antonio Díaz Miguel, con la que debutó en 1980. Con la roja disputó, entre otras citas, los Juegos Olímpicos de Moscú de ese mismo año -España estuvo al borde de lograr el bronce y Sibilio fue el quinto máximo anotador- y también protagonizó episodios polémicos como su negativa a participar en la siguiente cita olímpica de Los Ángeles (1984) para disputar la liga dominicana durante los meses de verano y percibir así unas cantidades económicas que representando a España jamás hubiese logrado. Experiencias veraniegas que fueron repitiéndose unos cuantos años más, no ya solo por intereses económicos sino también por la necesidad de regresar a su país como desasosiego a la vida que tenía en una gran ciudad como Barcelona. En enero de 1987, en la localidad italiana de Trieste, el dominicano disputó su último partido con la selección. Sus ya sonoras diferencias con Díaz Miguel y la Federación Española propiciaron su adiós definitivo tras 87 encuentros internacionales.
un ídolo castigado Durante las trece temporadas en las que militó en el Barça se vivieron los éxitos más importantes de un club que comenzaba a agrandar un palmarés hasta entonces siempre bajo la estela del Real Madrid. Con Sibilio, Epi, De la Cruz y compañía se lograron 16 títulos en una etapa para el recuerdo donde el jugador, que jugaba como ala-pívot, fue progresivamente mutando hacia el puesto de alero hasta la implantación de la línea de 6,25 metros, que marcó un punto de inflexión en su carrera hasta coronarlo como el rey del triple.
Al igual que le ocurriera con la selección, también en el vestuario del Palau tuvo problemas con el entrenador, en este caso, Aíto García Reneses, lo que también motivó la ruptura del alero con él y su club. Reneses le apartó del equipo en el tramo final de la campaña 88-89, poniendo un triste punto y final a trece exitosas campañas. Una vez más, un ídolo que salía por la puerta de atrás.
En este escenario es donde se produce su llegada a Vitoria. Corre el verano de 1988 y apenas diez meses después de la llegada a la presidencia de Josean Querejeta, el de Lazkao da su primer golpe de efecto fichando a Sibilio. El dirigente, que conocía muy bien al ya exalero blaugrana de su etapa como jugador, supo convencer a uno de los jugadores más cotizados del mercado, que se convirtió en el fichaje estrella del Taugrés y en el jugador mejor pagado de un club que aspiraba a ser grande. Sin embargo, la primera temporada en Vitoria no fue nada sencilla y tampoco los resultados del equipo de Manu Moreno ayudaron a cumplir los objetivos marcados. El propio Sibilio, en el libro Memoria Baskonista, de Rubén Gazapo y Sergio Vegas, recordaba su paso por el Baskonia así: “En lo personal, a mi familia y a mi la ciudad nos trató muy bien. Donde sí noté una diferencia importante respecto al Barça fue en mi rendimiento sobre la cancha, que no fue el mejor. Me costó adaptarme. Convertirme en la estrella de un equipo pequeño no era fácil”. En esta época llegó a perder incluso la titularidad como alero, puesto que ocupó Ralph McPherson, pero no impidió que en su nuevo rol saliendo desde el banquillo, Sibilio mejorase sus prestaciones y fuera premiado por la revista Gigantes como el mejor sexto hombre de la Liga 89-90.
En las siguientes dos temporadas, con Herb Brown en el banquillo, Chicho volvió a ser importante sobre la pista, compartió equipo con jugadores como Laso, Rivas y Arlauckas que dieron al Baskonia un salto de calidad en su reto en instalarse entre los mejores equipos de la Liga ACB y del baloncesto internacional. Aquí Sibilio fue la voz de la experiencia, y puso la guinda final a su carrera estableciendo una marca histórica sobre todo en la competición nacional: protagonizó el record de 650 triples anotados -el 15 de octubre de 1992- precisamente ante el Barça, y el 4 de abril de 1993 superó los 6.000 minutos jugados en ACB. De su paso por la capital alavesa guarda el dominicano un “recuerdo muy humano, muy cariñoso y muy cercano”. “A veces me arrepiento de no haberme quedado a vivir en Vitoria, porque es una ciudad tranquila, ordenada, bonita y con mucha calidad de vida. Y los recuerdos que guardo con más nostalgia son el cariño que les dieron a mi hijo Alex y a mi señora. Lo que viví en Vitoria en esos cuatro años fue maravilloso”, recuerda. Sus cuatro años también dieron para episodios tristes como la muerte de un hermano durante su última temporada, un mazazo que unido a sus problemas físicos en ambas rodillas apremiaron su retirada tras la campaña 92-93.
A los 34 colgó las botas y estuvo un tiempo sin pisar una cancha hasta que poco a poco, de regreso a su país, le entró el gusanillo por entrenar. En 2006 se creó la Academia de Alto Rendimiento de Baloncesto que lleva su nombre para trabajar con jóvenes talentos, una labor “que es lo que más me atrae como entrenador”, asegura el exjugador, que ha llegado a tener bajo su dirección a 500 chicos. Sin embargo, el proyecto se encuentra paralizado por la falta de una cancha en condiciones, así que Sibilio no duda en pedir la ayuda de Barça y Baskonia para impedir la desaparición de la academia. Mientras tanto, su carrera continúa y desde 2013 dirige al equipo Fuerza Aérea en el torneo de baloncesto de los Juegos Militares dominicanos, competición que ha conquistado en las dos últimas ediciones batiendo al equipo de la Policía Nacional. En su carrera como técnico trabajó con excompañeros como Scott Roth, seleccionador nacional de la República en la que Chicho ejerció de ayudante. También medió para llevar a Pepe Laso a impartir un clinic en la isla y últimamente está echando una mano en una academia de béisbol. De hecho, en los próximos días uno de sus jugadores probará con los míticos Mets de Nueva York.