vitoria - Al Baskonia le ha llegado la hora de la verdad. Le toca rebelarse ante una defunción que parece escrita y segura de antemano. Con el pronóstico de la cátedra en su contra tras una temporada amarga y repleta de sinsabores, esta noche empieza a zambullirse en el utópico sueño de la cuarta Liga ACB de la historia. Y lo hace en uno de los peores escenarios posibles: el Palau Blaugrana. Allí le espera en el inicio de los play off de cuartos de final un Barcelona sediento de gloria y acuciado por la necesidad tras habérsele escurrido de las manos todos los títulos a los que ha optado hasta la fecha.

En vísperas del enfrentamiento ante uno de los cocos del Viejo Continente, ahora es cuando uno lamenta las terribles concesiones realizadas por el Laboral Kutxa en la fase regular. El sexto puesto, por detrás de rivales sin una aparente materia prima mejor como el Unicaja o el Gran Canaria, le ha deparado un caramelo envenenado que no le apetece degustar a nadie. El choque ante los culés constituye el castigo a una trayectoria inestable que se ha cobrado derrotas inaceptables. Con algo más de fiabilidad y consistencia, el conjunto de Scariolo habría optado a un primer enfrentamiento algo más asequible para intentar sellar el objetivo de las semifinales y acabar dignamente la campaña.

Como eso ya no es posible, no conviene echar la vista atrás. Queda pensar en una poción mágica para hincar el diente a un adversario superior en todas las parcelas de juego y con una plantilla interminable. La empresa resulta casi imposible, pero el Baskonia ya ha demostrado hasta en su ejercicio más difícil de los últimos años que se halla capacitado para discutir la supremacía blaugrana. Prueba de ello es que ha ganado dos de los cinco duelos directos. Una serie tan corta y traicionera, en la que prácticamente no existe margen de error si uno sucumbe en el asalto inaugural, también puede propiciar la rebelión de los más modestos.

Las mínimas opciones alavesas pasan, en cualquier caso, por rubricar dos actuaciones perfectas y aguantar las embestidas físicas de un Barcelona impulsado por una rotación inacabable. Mientras Scariolo dispone de apenas ocho jugadores de garantías -Mainoldi ha quedado fuera de combate y la confianza en Jelinek brilla por su ausencia desde hace semanas-, Xavi Pascual tiene enormes quebraderos de cabeza para repartir los minutos entre sus doce integrantes. Con puestos hasta por triplicado, piezas que en cualquier otro lugar serían relevantes deben conformarse en la Ciudad Condal casi con las migajas.

El desequilibrio es latente, pero ya se sabe que el dinero no lo es todo en el mundo del baloncesto como lo acaban de poner de manifiesto el Olympiacos y el Maccabi en las últimas ediciones de la Euroliga. Pese a su retahíla de nombres rutilantes, el catalán no es, ni de lejos, un cuadro imbatible ni tampoco ese muro de hormigón que muchos barruntaban. Con dos elementos en el ocaso de su carrera (Navarro y Lorbek), otros con un futuro incierto (Sada, Lampe, Papanikolau, Nachbar...), la ACB se ha quedado como su única tabla de salvación antes de una profunda reestructuración. Acaso sus mayores amenazas provengan de la sociedad Huertas-Tomic y la constancia de Oleson, sin obviar la explosión de un Alex Abrines convertido por méritos propios en una de las grandes esperanzas del baloncesto estatal para los próximos años.