vitoria - Tristemente para unos aficionados cada vez más desencantados e indiferentes con una deriva imparable, el Baskonia se ha convertido esta temporada en un equipo menor y sin respuestas donde en muchos momentos se trata de justificar lo injustificable y poner paños calientes a una interminable cascada de decepciones ante toda clase de rivales. Tanto dentro como fuera de la pista, sus protagonistas se encuentran a años luz de dar con la tecla ganadora para dotar al grupo de la mínima solidez exigible.

A menos de dos meses para dar carpetazo al ejercicio más decepcionante que se recuerda, la situación parece ya irreversible. Solo queda confiar en que el suplicio llegue cuanto antes a su fin y el verano sirva para dar en la diana en la confección de un proyecto ganador que ponga fin a una dolorosa travesía por el desierto. Porque, salvo sorpresa y tras agotar las últimas reservas de la hucha con Lamar Odom, la tesorería azulgrana impide a corto plazo sacarse algún conejo de la chistera para reactivar a un conjunto huérfano de conceptos básicos del profesionalismo. Ni se intuye un cambio de rumbo en el banquillo pese al poco crédito de Scariolo ni tampoco se espera la llegada de algún mirlo blanco en forma de fichaje que rescate al Laboral Kutxa de la más absoluta mediocridad.

A la hora de buscar culpables, el técnico italiano despierta la crítica más ácida del entorno. En su descargo, Josean Querejeta puso en sus manos una plantilla repleta de bultos sospechosos. También es cierto que los jugadores adolecen en muchas ocasiones de la imprescindible vergüenza torera para cumplir algunos preceptos básicos del juego como defender o rebotear, pero ello no libra al de Brescia de estar en el ojo del huracán debido a la falta de autocrítica en todas sus comparecencias. Esa traición a una norma no escrita en los despachos del Buesa Arena como la permanente búsqueda de excusas le mantiene como el gran damnificado por la desconcertante trayectoria azulgrana y está cavando su tumba para continuar al frente del Baskonia a partir del próximo 30 de junio.

Scariolo, un catedrático del baloncesto cuyo rico léxico le aleja del perfil llano que abandera a la mayoría de entrenadores, no ha engañado a nadie en Vitoria. Así comenzó a labrarse hace años en este mismo lugar su prestigio a nivel internacional y cosechar innumerables éxitos en Madrid, Málaga o la selección española. Tras unos años dorados en los que estuvo en la cresta de la ola, sus fiascos al frente del Khimki y Emporio Armani despertaron las dudas del baskonismo cuando se confirmó el pasado verano su regreso a la capital alavesa.

Ya sea porque el TAU más exitoso de la historia en manos de Dusko Ivanovic se abonó durante cerca de una década a un discurso totalmente antagónico que estuvo bendecido en primera instancia por la directiva, ya sea por la impresión de acomodamiento y falta de ambición que irradia el colectivo vitoriano, lo cierto es que la lista de detractores de Scariolo gana adeptos a medida que transcurre una campaña desesperante.

Entre los atenuantes a los que ha aludido el transalpino en todos estos meses, figuran básicamente las lesiones, la supuesta juventud de la plantilla -y eso que la media de edad es superior a los 26 años de edad-, la escasa pujanza física de determinados jugadores, las decisiones arbitrales... Nadie ni nada se han librado de sus dardos envenenados. Incluso alguna de sus aseveraciones como el elogio desmesurado hacia el juego ofensivo del equipo también ha causado perpejlidad. Es obvio que el Baskonia tiene numerosas carencias en comparación con los grandes transatlánticos del Viejo Continente, pero de ahí a haber comprometido su presencia en las series finales por el título en el torneo doméstico o haber pasado con más pena que gloria por el Top 16 de la Euroliga media un abismo.