muchos suspirarían por estar en su pellejo en los difíciles tiempos que azotan hoy en día a la economía mundial. Es millonario y prácticamente no trabaja. Como reza en las obligaciones de su contrato, solo cumple con la rutina diaria de los entrenamientos, pero no hay esfuerzos añadidos para un tipo de 217 centímetros con una controvertida mentalidad que le ha impedido triunfar. El baloncesto, en lugar de ser una pasión, constituye en su caso una disculpa para ganar dinero. Hace tiempo que un pívot que apuntaba de cabeza hacia la NBA se ha estancado por completo, de ahí que no sorprenda a casi nadie su triste situación. Desde hace más de dos meses, Stanko Barac es un espectador de lujo de todos los encuentros del Anadolu Efes.

Con contrato en vigor en un clásico del baloncesto turco hasta junio de este año, debería haber regresado este viernes al Fernando Buesa Arena para medirse a uno de sus antiguos equipos en el marco de la quinta jornada del Top 16 de la Euroliga. Sin embargo, el espigado interior croata no integrará la expedición otomana que tiene prevista mañana su llegada a Vitoria y seguirá el partido desde la televisión de su casa en Estambul. Quien fuese uno de los pívots más prometedores del Viejo Continente, concretamente el hombre escogido por Josean Querejeta para coger el testigo de Tiago Splitter cuando el brasileño se enroló en los Spurs de San Antonio, se encuentra defenestrado por la entidad cervecera.

Esta temporada apenas ha participado en ocho partidos, seis de Euroliga y dos correspondientes a la liga otomana, con una media de 14 minutos. Salvo un caso de urgencia o una epidemia de lesiones en la concurrida pintura del combinado entrenado ahora por el griego Evangelos Angelou -recambio del destituido Oktay Mahmuti-, Barac ya no volverá a vestir más la elástica del Anadolu Efes. Por tanto, le quedan todavía varios meses de ostracismo -quien sabe si de dolce vita- antes de que el próximo verano ponga fin a su ruinosa experiencia a orillas del Bósforo y comience a buscar acomodo en otro lugar donde pueda disponer de oportunidades. Su anonimato no le ayudará en exceso a satisfacer este objetivo pese a que sus condiciones le convierten teóricamente en una pieza de lo más apetecible.

Rescisión en vano Y es que el club que le abra las puertas en el futuro es consciente de que su cotización se halla ahora mismo por los suelos. Salvo que alguien se vuelva loco, su próximo contrato estará muy alejado del que suscribió en su día con el Efes, que no sólo abonó cerca de un millón de euros al Baskonia por su traspaso sino que también le convirtió en uno de los elementos mejor pagados de su plantilla. La entidad otomana, obligada a recortar su presupuesto al menos un 30% para configurar este curso un proyecto mucho más austero, trató por todos los medios el pasado verano de deshacerse de su onerosa ficha y de la de otro viejo conocido del Fernando Buesa Arena como Esteban Batista. Mientras el uruguayo sí aceptó una indemnización a la baja, el cinco croata nacido en Bosnia se negó en redondo. Con la intención de tensar un poco más la cuerda, los dirigentes le han amenazado sin éxito más de una vez con enviarle al filial.

Su discreto rendimiento a lo largo de los primeros meses de la competición fue la gota que colmó el vaso de la paciencia. Antes de que los malos resultados del equipo acabasen con él, Mahmuti le retiró rápido la confianza y le marginó dentro de una pintura donde hombres como Semih Erden y Kerem Gonlum empezaron a acaparar todos los minutos. El aterrizaje de Milko Bjelica en vísperas del inicio del Top 16 ha sido la puntilla para Barac, cuya última aparición oficial data del 22 de noviembre del año pasado en la sexta jornada de la primera fase continental ante el Armani.

A nivel doméstico, el balcánico únicamente ha tomado parte en los encuentros ante el Ted Kolejliler y el Galatasaray. Con el cambio de inquilino en el banquillo, su suerte tampoco ha cambiado. Ni siquiera en los duelos más descafeinados de la competición turca dispone de una oportunidad para intentar reivindicarse. Al exbaskonista le queda el consuelo de que, pese a no poder ejercer su profesión, se permite el lujo de llevar un alto nivel de vida. Siempre quedará la duda de saber cuál habría sido su techo de haber mostrado una mayor ambición. Otros, con menos condiciones y calidad que este interminable poste, han llegado más lejos.