POR todos es de sobra conocido que la ruleta rusa es un juego extremadamente peligroso en el que el riesgo es enorme pero al que la atracción por la posible recompensa continúa convirtiendo en un señuelo en el que resulta sencillo caer. El Baskonia ayer cayó en la trampa y, especialmente en el último cuarto, fue víctima de su deseo de hacerse con la victoria desde la larga distancia. De esta manera, los francotiradores se convirtieron en decisivos para la suerte de la contienda con sus diferentes actuaciones. Pese a que hasta la conclusión del tercer periodo el comportamiento de ambos equipos había sido más o menos similar y este aspecto del juego no había tenido especial incidencia en el marcador, todo este escenario cambió en el parcial decisivo.
Pese a que el Laboral Kutxa lo arrancó con dos puntos de ventaja (52-50), pronto se comprobó que la dinámica estaba cambiando. Con muchos problemas para encontrar el aro visitante -a lo que contribuyó de manera importante las rotaciones introducidas por Scariolo y la escasa aportación de los integrantes de la segunda unidad azulgrana-, el plantel de Sergio Scariolo buscó las soluciones desde la lardistancia. Pero en esta ocasión, a diferencia de los sucedido en los últimos compromisos, la mirilla estaba muy desajustada.
Como consecuencia, los últimos diez minutos de la contienda registraron un horripilante parcial de cero triples convertidos de los ocho que intentó. Ni uno solo de los lanzamientos acabó en la red del Panathinaikos, lo que supuso un peaje muy duro al que el Baskonia no fue capaz de sobreponerse. Sobre todo, porque en el otro lado de la pista su adversario vivió la situación completamente opuesta.
Si hasta entonces los de Pedoulakis no habían estado especialmente acertados desde más allá de la línea de 6,75, en ese momento comenzaron a mostrarse casi infalibles. De esta manera, firmaron un espectacular 4/5 en los primeros seis minutos y medio con el que consiguieron abrir una pequeña brecha en el marcador que con la posterior gestión del maestro Diamantidis fue más que suficiente para llevarse la victoria. Bien es verdad que en el epílogo dos errores de Bramos estropearon un poco el portecentaje, pero para ese momento la suerte de la contienda ya estaba echada.
Por el lado baskonista, en cambio, el desacierto era completamente generalizado y ni tan siquiera en el correcalles final pudo encontrar el equipo el camino de la canasta desde la larga distancia. Así Hanga y Causeur en dos ocasiones cada uno y Hodge, Nocioni, Heurtel y Mainoldi (uno cada uno) pusieron su firma a los errores en el triple en este aciago cuarto final.