con el pasaporte para el Top 16 de la Euroliga ya asegurado, el Baskonia aterriza mañana en una de las ciudades non gratas a lo largo de su historia en la que el mero hecho de salir ileso implica algo noticioso. Actuar como visitante en Belgrado y, más concretamente en alguna de las dos pistas que tradicionalmente acogen los encuentros continentales del Partizan y Estrella Roja, constituye una empresa para valientes. Aquel jugador que peca de timorato, se arruga en un escenario infernal y carece de fortaleza mental para escuchar toda clase de improperios a lo largo de los cuarenta minutos se convierte en un elemento prescindible para el entrenador en una jornada donde, ante todo, es imprescindible mantener la cabeza fría y no responder a las provocaciones.

En esta ocasión, el escenario de una cita vital para mantener intactas las opciones de acabar primero de grupo no será la infernal caldera del Pionir. El Laboral Kutxa actuará en el majestuoso Belgrado Arena, la cancha más grande del Viejo Continente donde pueden darse cabida más de 20.000 espectadores. Con el Estrella Roja ya eliminado y condenado a disputar la Eurocup a partir de enero, no se espera una entrada espectacular, aunque todo es posible tratándose de la última vez que el pasional público serbio podrá presenciar en directo durante la presente temporada un partido correspondiente a la máxima competición continental.

Las vivencias acumuladas en la capital serbia darían para escribir un libro. El sufrimiento arrancó en 1995 cuando el extinto Taugrés competía en la liguilla de la ya desaparecida Copa Saporta. El 19 de diciembre de aquel año, Velimir Perasovic padeció en sus carnes un infierno que siempre tiene presente a la hora de rememorar los momentos más duros de su dilatada carrera deportiva. La FIBA había boicoteado a los conjuntos serbios de baloncesto debido a la guerra fratricida que se vivía en los Balcanes desde 1992. Sin embargo, el Partizan recibió el visto bueno para competir en Europa a mediados de esa década y dio la casualidad de que uno de los mejores tiradores azulgranas de la historia se erigió en el primer croata en el ámbito deportivo profesional que actuó en territorio serbio, presidido en aquel momento por el dictador Slobodan Milosevic. Las medidas de seguridad, la protección y la vigilancia a la que se vio sometido durante esos dos días fueron las propias de un personaje público al que conviene tener aislado de las enfervorizadas masas para evitar una desgracia.

Perasovic se había pronunciado a favor de la independencia de Croacia, un país que había contribuido de forma decisiva a los innumerables éxitos de Yugoslavia antes de su escisión gracias a Kukoc, Radja o Tabak. El actual técnico del Valencia no tuvo reparos en admitir la crudeza de aquel desplazamiento. "¿Sabes qué es lo que más me dolió? En los tiros libres me gritaban los nombres de las ciudades masacradas en la guerra. Eso sí que me descompuso", explicó en su día el croata, un Gary Cooper de la canasta que no acusó la presión y consiguió dos triples vitales para que el cuadro alavés conquistara la victoria (76-80). Tres meses más tarde, Peras levantaría la Recopa ante el PAOK griego en el pabellón Araba.

la niñería de tomasevic Hubo que aguardar hasta el 16 de enero de 2002 para que el Baskonia pisase por segunda vez Belgrado. En aquella ocasión, lo hizo con Dejan Tomasevic entre sus filas. El estilista interior balcánico, vital en la conquista del histórico doblete de aquel ejercicio pero dotado de un carácter especial que le impedía ser un tipo querido en el vestuario, había desarrollado toda su carrera en su país natal antes de aceptar una oferta del extranjero. En sus cuatro primeros años como profesional, vistió la elástica del Estrella Roja antes de pasarse al bando enemigo y jugar otras cuatro temporadas en el Partizan. Contra todo pronóstico, más tarde se comprometió con el Buducnost de Podgorica, otro de los rivales irreconciliables del equipo con el que iba a reencontrarse en el Pionir.

Para dejar claro cuál era el lugar donde más cómodo se había sentido y en un claro guiño a la afición sepulturera, que le esperaba de uñas por haber abandonado el club dos años antes, no se le ocurrió otra cosa que realizar la rueda de calentamiento con una camiseta del Partizan. Tanto Dusko Ivanovic como las altas esferas no dieron crédito a la escena y montaron en cólera, lo que se tradujo en una fuerte multa económica. La tropa vitoriana volvió a ganar en tierras serbias (59-65), pero su cinco de referencia cuajó una discreta actuación con apenas 6 puntos y 3 rebotes en 21 minutos de juego.

Tampoco lo tuvo fácil Igor Rakocevic el 3 de abril de 2008 en el segundo pulso correspondiente al cruce previo a la Final a Cuatro. El killer serbio, convertido para siempre en una leyenda del Estrella Roja, fue el principal blanco de las iras en la penúltima visita azulgrana para medirse al Partizan. En el calentamiento, le llovió algún objeto desde la grada con el fin de intimidarle. Durante el partido, la afición sepulturera le obsequió con una pitada estruendosa cada vez que el balón pasaba por sus manos. El afectado lo asumió con naturalidad. "A algunos les da miedo este ambiente y a otros, como es mi caso, nos motiva. Yo traté de evitar la confrontación con ellos. Es obvio que no me quieren por haber jugado en su máximo rival, pero en el fondo sé que me respetan bastante", rememoró Rako sobre lo vivido aquella noche en la clara derrota (76-55) del Baskonia ante el Partizan que, sin embargo, no le impidió esa campaña materializar su objetivo de colarse entre los cuatro mejores del Viejo Continente.

La última aparición del Caja Laboral en Belgrado data de hace poco más de tres años con motivo de la quinta jornada de la primera fase continental. En aquella ocasión, el enemigo público a reducir no fue otro que Nemanja Bjelica. El cuatro serbio, ahora en el Fenerbahce, había militado dos temporadas en el Estrella Roja antes de recalar en el Buesa Arena, algo que la hinchada del Partizan tuvo muy presente a la hora de intentar intimidarle con gritos constantes. En parte, lo consiguió visto que el integrante de Zeljko Obradovic firmó dos míseros puntos en ocho minutos. Queda el consuelo de que en la actual plantilla azulgrana únicamente existe un baloncestista nacido en los Balcanes. Milko Bjelica se formó en las categorías inferiores del inminente rival baskonista, donde militaría más tarde por espacio de cinco años en su primer equipo. Al montenegrino, en principio, se le recibirá con aplausos.