Vitoria. El héroe del pasado jueves ante el Maccabi se lo tomó ayer con calma. En el día después, liberado del entreno matinal, disfrutó de la resaca mediática que provocó en la prensa local su decisiva actuación ante el Maccabi, una locura que aceleró el triunfo por 84 a 80 y que cobró forma durante los últimos cinco minutos del cuarto final, con un marcador adverso de cinco puntos que llevó la angustia al Buesa Arena. Un segundo traspié en casa tras la mala imagen, sobre todo desde el plano de la actitud, ante el Gran Canaria, habría activado las primeras señales de alarma en Saski Baskonia, de modo que el anárquico base francés decidió asumir el mando y anotar nueve puntos vitales que resolvieron con éxito el debú en la Euroliga.
Fue el del jueves un triunfo balsámico que Sergio Scariolo sustentó sobre una primera mitad soberbia -"nunca vi algo igual durante la pasada temporada", sostiene el exentrenador Josu Larreategi, colaborador de este diario- y una capacidad de reacción encomiable cuando peor pintaban las cosas, es decir, en el último tramo del cuarto final. Y justamente ahí apareció Thomas Heurtel. El muchacho díscolo, casi pirómano. El mismo joven de Beziers capaz de resolver un partido con un golpe de genialidad o hacerlo saltar por los aires con una actuación pueril, capaz de enervar hasta el más pausado de sus compañeros.
Riesgo necesario Pero éstos hace ya un tiempo que asumieron este rol, un riesgo a veces necesario para evitar cortocircuitos como el que el pasado jueves se cernía sobre el Buesa Arena. También Sergio Scariolo intuía algo. Por eso probablemente lo mantuvo en cancha en los minutos más angustiosos cuando la lógica sugería que fuese Walter Hodge quien asumiera tan decisivo gobierno ante el conjunto macabeo.
El desenlace, afortunadamente para el Baskonia, ya es historia. Un triple más uno y otras dos canastas más antes de que la bulliciosa hinchada local comenzase a forjar un concepto que amenaza con repetir a lo largo de la temporada: las heurteladas. Una licencia popular para describir las locuras de un jugador distinto. Tan díscolo como incontrolable, lo que inevitablemente hace pensar que habrá más. "Siempre me gustaron ese tipo de situaciones, asumir la responsabilidad de los balones calientes y poder ayudar al equipo a sumar victorias", compartió ayer el base francés con este diario.
Con el partido todavía latente en la retina se sorprende el base francés con la repercusión mediática que despertó su actuación. Entre otras cosas porque situaciones parecidas ya las vivió en el pasado. Sin ir más lejos, ya protagonizó otra heurtelada la pasada campaña cuando anotó en el último segundo ante el Armani Milan que entonces dirigía Scariolo, al que privó de pasar a la siguiente fase de la Euroliga.
Quizá con ese momento grabado aún a fuego en la memoria, el técnico transalpino tiró de Heurtel para catalizar un partido que amagaba con entrar en barrena. Lo rescató del banquillo en detrimento de Hodge y le entregó las llaves del equipo. O quizá no. Porque con su permiso o sin él estaba claro que aquel episodio acabaría llevando su firma para bien o para mal. "Ha tenido personalidad y eso me gusta en un jugador", resolvió al final del encuentro Scariolo. Mientras tanto, el base francés releía ayer con cierto asombro los titulares que ensalzaban su figura. Una postura precavida pero lógica, habida cuenta de que esos mismos medios que ayer le alabaron, mañana podrían criticarle por haber malgastado la última bala con alguna de sus heurteladas.