vitoria. Suele decirse que quien quiere puede, pero son muchas las veces en las que la voluntad no resulta argumento suficiente. El nuevo Laboral Kutxa de Sergio Scariolo recibió ayer un doloroso sopapo en su estreno oficial. El equipo azulgrana, limitado y todavía en construcción, se vio avasallado por el poderío de un Barcelona que ahora mismo parece a años luz en cuanto a potencial.
El combinado de Xavi Pascual apenas encontró resistencia en un anfitrión que se vino abajo en cuanto asumió la hiriente realidad. Se ha renovado el Baskonia. El equipo desprende un aroma diferente. Scariolo ha traído consigo aire fresco y sus pupilos parecen encaminados a rescatar unos valores que se perdieron por el camino. Pero las carencias resultan tan evidentes que resulta ingenuo siquiera soñar con plantar cara a los grandes.
Al Barça apenas le costó un cuarto de hora obtener su billete para la final de esta tarde. Xavi Pascual pretendía amilanar al rival, abusar de centímetros en la pintura, y arrancó el duelo con Tomic y Lampe como interiores. Pero el Baskonia no echó un paso atrás. Al menos de inicio. Con un Hodge ilusionante al mando de las operaciones, el equipo vitoriano mantuvo el pulso durante los primeros compases del choque. Nocioni incendió la grada. Dos jugadas de canasta y falta, una de ellas que supuso mandar al banquillo a un Lampe excesivamente maltratado por su antigua afición, llegaron a conceder una renta de cinco puntos que se esfumó cuando llegaron las rotaciones en el tramo final del primer cuarto (25-27). Daba la impresión de que podía haber partido, pero era un mero espejismo. Una ilusión.
El Barça tiene de todo. Músculo, calidad, experiencia. Casi todo por duplicado. Pudo aun así el Laboral Kutxa alimentar la esperanza de una grada que, pese a las decepciones, quiere volver a creer. Y este equipo está conjurado para lograrlo. Scariolo prometió corazón, entrega y sacrificio. Se comprometió a que sus pupilos recobraran unos valores tan etéreos como apreciados en el Buesa Arena. Parece evidente que con eso no basta para discutir los partidos a un equipo como el Barça, pero al menos permiten acercar un poco más al equipo con una afición que sólo perdió la fe cuando la evidente diferencia de calidad entre los banquillos comenzó a decantar el duelo.
Todo lo que salía del banquillo de Xavi Pascual parecía mejorar lo que había sobre la cancha, mientras que Scariolo sudaba sangre para dar con quintetos que mantuvieran el nivel competitivo. Nachbar, soberbio como en sus mejores tiempos, se asoció con Tomic para retratar las carencias interiores del conjunto baskonista y en un abrir y cerrar de ojos el encuentro se presentó en el descanso con una diferencia descorazonadora (38-54). Lo peor era, sin embargo, que ni siquiera daba la sensación de que el Barça hubiera apretado a fondo el pedal del acelerador. Casi al ralentí, con un ritmo de juego mucho más explosivo que el del pasado curso, el conjunto culé dinamitó la semifinal.
El equipo catalán ni siquiera echó en falta a Navarro y Lorbek, descartados. En realidad, da la impresión de que le sobran tres o cuatro piezas importantes para enfrentarse a cualquier equipo de la ACB, salvo el Madrid, en lo que amenaza con convertirse en un insoportable duopolio futbolero. La brecha presupuestaria, en origen, en los albores de esta campaña, se percibe con crudeza. Sólo queda la duda de saber si este nuevo Baskonia voluntarioso y rejuvenecido podrá dentro de unos meses rebajar a base de pasión y trabajo unas distancias que se antojan insalvables.
Queda mucho trabajo por hacer. El equipo, como reconoció Scariolo, está aún muy verde. Tanto desde un punto de vista colectivo como muchos de sus componentes. Los jugadores que han prometido un paso adelante tendrán que apresurarse a darlo. Los recién llegados, salvando a un Hamilton implicado pero desafortunado, aún deben adaptarse.
Sólo Pleiss y San Emeterio, que se echaron el equipo a las espaldas en los últimos compases del duelo, con todo decidido, se aproximaron a su medida real. El resto arrojó una imagen de impotencia preocupante. Vendrán días mejores. Y seguramente se vivirán ante rivales peores. El de ayer vive en otra galaxia.