Con cinco minutos no basta. Es necesario dar algo más para sumar una victoria. El Laboral Kutxa de las desconexiones volvió a saltar a escena ayer en Tenerife, donde cerró con una nueva derrota la fase regular de una ACB que quizá no le hizo ningún favor al concederle tan temprano el premio de la segunda plaza. El equipo, de nuevo apático al extremo, frío y sin transmitir el propósito de enmienda que se le suponía tras los pitos que recibió de su propia afición la pasada semana, quiso enmendar en el tramo final del encuentro su discreta actuación pero acabó sucumbiendo ante la confianza de un rival valiente, animoso y al que había regalado demasiadas alas.
Pablo Laso ha coleccionado toneladas de alabanzas por su atractiva y arriesgada apuesta por el baloncesto ofensivo, pero lo de Alejandro Martínez resulta aún más llamativo y meritorio. Ha aplicado fórmulas todavía más radicales y le han proporcionado unos réditos asombrosos. Con un equipo recién ascendido, al que ha mantenido sin angustias en la élite, una plantel anónimo y una propuesta decidida por el ataque, guía los encuentros hacia un frenesí anotador del que el Laboral Kutxa salió escaldado.
El equipo de Tabak no tuvo problema alguno en aceptar el intercambio de golpes que le propuso el cuadro tinerfeño. Es más, lo hizo gustoso. Con las mismas pocas ganas de sudar más de la cuenta que había mostrado en citas recientes, los jugadores baskonistas descuidaron sus obligaciones defensivas y permitieron que el rival se diera un festín anotador que al descanso ya se asomaba al balcón de los sesenta puntos (59-47).
Tabak se desesperaba en la banda ante la enésima muestra de desconexión mental de sus pupilos. Un equipo que se muestra capaz de ofrecer una actuación tan poco consistente a las puertas del play off que arranca en apenas tres días genera excesivas dudas, incluso para su entrenador.
El Canarias, bien dirigido por un exbaskonista como Ricardo Uriz, mantuvo el control del partido y ofreció una lección de baloncesto colectivo. Siempre vio claro el pase extra, movió a su antojo la defensa de ajustes de un Baskonia que tiraba del talento y la patente superioridad de Lampe en ataque para mantener el marcador lo más ajustado posible. El polaco, no obstante, resultaba tan terrorífico en la canasta ajena como en la propia, donde jugadores de perfil bajo como Lambropoulos o Guillén encontraban excesivas facilidades para rebotear y producir.
La entrada en escena de San Emeterio permitió al cuadro azulgrana recuperar el oxígeno en un primer cuarto en el que quedaron claras las coordenadas en las que se movería el partido. Cuatro puntos consecutivos del capitán pusieron al Laboral Kutxa por delante (18-19) y permitieron vislumbrar otro panorama. Pero fue sólo un espejismo. Tras firmar un segundo acto pletórico que se tradujo en 32 puntos, el cuadro isleño recuperó la renta para el descanso y la mantuvo en un tercer cuarto en el que dio la impresión de que se quería pero ya no se podía.
Cabe pensar que Tabak echó algún grito en el vestuario, porque la actitud mudó ligeramente. Sin embargo, no bastó para que el equipo azulgrana encadenara siquiera un par de minutos de juego redondo. Lampe volvía a aparecer como el principal recurso ofensivo y San Emeterio aportaba la intensidad de la que carecía el resto. Pero el juego era deslavazado, a impulsos, y el Canarias mantuvo su ritmo y logró acceder al cuarto decisivo con una renta suficiente.
un arreón postrero En los minutos finales llegó el arreón baskonista, más impulsado por la vergüenza que por la ambición, y el marcador se ajustó hasta los tres puntos (97-94) tras un triple de Heurtel. El Canarias, no obstante, contuvo la reacción y acabó amarrando una victoria merecida que, sin valer de nada, su afición festejó como el perfecto broche de oro a una temporada excelsa.
Pocos motivos de celebración existían en el otro bando. Y sí algunos de preocupación. En cuestión de dos semanas se ha desandado parte del camino recorrido. La velocidad de crucero que parecía haber adquirido el equipo, sus automatismos y el crecimiento de determinadas piezas, se ha esfumado en un ambiente de desidia e indolencia que resulta especialmente alarmante ante la endeblez defensiva que ha mostrado. En los últimos cuatro partidos de la fase regular, ante rivales a priori muy asequibles, el cuadro azulgrana ha recibido una media de 94 puntos que no puede permitirse ningún aspirante serio al cetro liguero. A partir de ahora ya no hay red. El play off arranca esta semana y el Laboral Kutxa lo encara con un perentorio propósito de enmienda como combustible.