Vitoria. Es muy probable que el atropello que sufrió el pasado viernes en el Caja Laboral no fuera más que la consecuencia de una concatenación de errores humanos de los tres colegiados encargados de dirigir el cuarto encuentro de la serie de cuartos de final que enfrentaba al equipo vitoriano y al CSKA de Moscú, pero el hecho de que hubiera quien se lo temía invita cuando menos a la reflexión. Tanto en las oficinas del Buesa Arena como en las altas esferas de los otros dos grandes clubes del baloncesto español, el Real Madrid y el Barcelona, lo veían venir. Habituados a los sospechosos arbitrajes que de tanto en cuanto se producen en las fases definitivas de la Euroliga, las directivas de las tres entidades mantuvieron contactos en los que se llegó a tratar la búsqueda de alguna fórmula para evitar de cara al futuro este tipo de situaciones, en las que casi siempre salen beneficiados los mismos.
La llama de la sospecha se encendió a raíz de las altas temperaturas y declaraciones salidas de tono que se produjeron a la conclusión del primer duelo del play off que aún enfrenta a Barcelona y Panathinaikos por una plaza en la Final Four. El máximo mandatario de la entidad ateniense, Dimitris Giannakopoulos, se salió del tiesto con unas gravísimas acusaciones hacia los árbitros que en el seno del Barcelona se interpretaron sin género de dudas como un claro intento por calentar la serie de cara a los dos encuentros que debían disputarse en el OAKA. Fue en ese punto donde se encendió la hoguera de las sospechas y comenzaron las conversaciones entre los clubes ACB, conscientes de que desde un punto de vista estratégico a la Euroliga, también foco de las iras de Giannakopoulos, no le interesaba contar con tres equipos de un mismo país en Londres.
La sombra de la sospecha, en todo caso, sobrevuela siempre sobre las mismas cabezas. Y en el baloncesto europeo existen pocas dudas sobre cuáles han sido siempre los grandes beneficiados por todos las catástrofes arbitrales que a lo largo de los años han puesto en entredicho la higiene de la competición. Fue este y no otro el principal argumento que propició la ruptura con la FIBA a comienzos del presente siglo. Curiosamente, los clubes que abogaban por una competición impoluta, entre los que se encontraba el propio Baskonia y el resto de los representantes de la ACB, se libraron entonces, con la fractura que produjo durante una temporada dos competiciones paralelas, de aquellos que casi siempre han generado las suspicacias: Maccabi, CSKA y Panathinaikos -que al contrario que otros equipos helenos siguió disputando en el torneo auspiciado por la FIBA-. Tras la reunificación, aun con dudas, dio la impresión de que ciertas cosas habían cambiado, pero en los últimos años aumenta la sensación de que no tanto.
A la Euroliga, un organismo que en otras muchas cosas representa un ejemplo de gestión y planificación, le cuesta sacudirse esas eternas sospechas en torno al arbitraje y los tratos de favor que reciben determinados equipos. La semana pasada, sin ir más lejos, el organismo que preside Jordi Bertomeu impuso una sanción ejemplar al presidente del Panathinaikos tras las incendiarias declaraciones que profirió contra los colegiados y la propia organización. Cabe preguntarse si los 150.000 euros que deberá abonar por esa salida de tono le saldrían a cuenta o no, pues a punto estuvo el equipo ateniense de apear al Barça de la Final Four en el insoportable ambiente que se generó en el OAKA, donde pasó de todo, donde se vieron cosas que en otras canchas, por mucho que asegurara Messina, no se ven ni se verán.
Encerrona en el OAKA Megáfonos con sirenas que emulaban el sonido de fin de posesión, punteros láser con los que la grada trataba de molestar a los pupilos de Xavi Pascual, petardos y bengalas son algunos de los utensilios con los que la hinchada del Panathinaikos generó una atmósfera electrizante que, sin embargo, no bastó para cerrar la serie. Sí ha bastado, en cambio, para que la Euroliga incoara un expediente disciplinario que puede convertirse en una nueva sanción para la entidad helena y que genera cierto temor en el entorno del Caja Laboral. Esa mano dura que parece querer imponerse puede acarrear también un castigo para el club gasteiztarra, siempre que el juez único estime como suficiente motivo de castigo el lanzamiento de objetos -en su mayoría papeles, pero también botellas de plástico y fruta- que se produjo en el infausto encuentro del viernes.
Los que parecen quedar libres de cualquier castigo son siempre los colegiados. Christodoulou, Ankarali y Vojinovic no han recibido siquiera una reprobación pública, a pesar que dentro de la propia Euroliga se ha reconocido su escaso acierto en el encuentro del viernes. Queda por ver si recibirán alguna sanción. La directiva que preside Josean Querejeta, de hecho, aspira a que reciban un escarmiento que pueda servir como aviso a navegantes para el resto del colectivo. De hecho, en el informe que el club ha remitido al organismo que preside Jordi Bertomeu se expone una idea que ha resultado nuclear en las conversaciones que han venido manteniendo los tres representantes de la ACB en los cuartos de final.
Trabajo en la sombra De puertas para afuera, se mantiene la discreción. Ninguno de los tres clubes implicados en las conversaciones está interesado en agitar el avispero. El Real Madrid, ya clasificado para la Final a Cuatro del O2, ha mostrado su apoyo al Baskonia tras lo sucedido el viernes, pero prefiere no enemistarse con la Euroliga. En la misma situación se encuentra el Barcelona, que mañana disputa en el Palau el quinto y definitivo encuentro de cuartos ante el Panathinaikos. Con todo lo que se ha vivido en esta eliminatoria -y a pesar de que los catalanes impulsaron la ronda de contactos-, no parece el momento adecuado para alimentar la polémica.
Josean Querejeta también parece reacio a expresar el poso de indignación y malestar que produjo el atropello del cuarto partido ante el CSKA. Teniendo en cuenta que aún aguarda un posible castigo económico por los incidentes y con el recuerdo fresco de la cuantiosa multa impuesta a Giannakopoulos, el máximo dirigente del club vitoriano se mostró prudente al extremo en sus declaraciones tras el partido. Aunque eso no quita para que de puertas para adentro, en contactos directos con un Jordi Bertomeu al que de lejos le une una estrecha relación, haya expresado su enojo por lo acontecido. Más allá de los graves errores que salpimentaron el concierto de pito, dolió mucho la actitud altiva y provocadora del trío arbitral comandado por el griego Christodoulou.
El pasado ya no puede cambiarse. Ni lo sucedido el viernes ante el CSKA en el Buesa Arena ni los numerosos desmanes que a lo largo de las décadas han manchado la imagen de la máxima competición del baloncesto continental. Pero puede trabajarse para lograr un futuro mejor y más justo. En esa misión se han embarcado Real Madrid, Barcelona y Baskonia.