vitoria. El Buesa Arena se convirtió en la noche del pasado miércoles en una prisión de máxima seguridad. En un ejercicio de metamorfosis sin precedentes, el pabellón de Zurbano dejó a un lado su habitual condición de recinto deportivo para adoptar las características de un Alcatraz moderno y obsequiar a sus visitantes -especialmente a aquellos que vestían de blanco sobre el parqué- con unos grilletes de última generación de los que en ningún momento pudieron librarse.
El Baskonia salió del vestuario con el traje de carcelero perfectamente adaptado a su piel y defendió ese rol a conciencia durante los cuarenta minutos que duró la contienda. Y esa fue precisamente una de las claves -sino la principal- del repaso que ofrecieron los discípulos de Zan Tabak al todopoderoso CSKA de Moscú.
Incrédulo ante la impenetrable defensa que se econtraba cada vez que se acercaba a los dominios del Caja Laboral, el combinado ruso terminó por caer en la desesperación perdiendo cualquier opción, por mínima que fuera, de volver a entrar en el partido. Únicamente en el último cuarto, cuando todo el pescado hacía muchos minutos que estaba vendido, encontró una vía de acceso a la canasta vitoriana -cuya guardia lógicamente se había relajado reservando energías para futuros compromisos- y pudo maquillar un marcador que había provocado el sonrojo hasta entonces.
Un simple arreglo para la galería que no oculta las penalidades que sufrieron las estrellas que integran el equipo del ejército roja para conseguir subir puntos a su cuenta particular. Un vistazo a las estadísticas del duelo sirve para ponerlo de relieve. Porque si a cualquier aficionado que no tuviera conocimiento de cómo había transcurrido el choque se le presentaran los parciales del choque, difícilmente acertaría cuáles corresponden al equipo de Messina.
Catorce puntos en el primer cuarto, diez en el segundo y quince en el tercero, para un total de 39 en los treinta minutos iniciales, son el reflejo exacto de la incapacidad moscovita para deshacerse de los grilletes baskonistas. A diferencia de los dos encuentros con los que arrancó la serie en los que el Caja Laboral dejó maniobrar con absoluta tranquilidad a sus oponentes, el miércoles quedó claro desde el primer instante que no estaba dispuesto a concederles ni un segundo de respiro.
Gracias a ello pudo mantenerse en el partido cuando no encontró la fluidez necesaria en ataque y adquirir la tranquilizadora renta que le llevó hasta la victoria cuando comenzó a ver el aro con facilidad. La receta está clara. Máxima intensidad, bajar el culo, mantener la concentración y la fe en el trabajo y no perder la confianza en el éxito del esfuerzo cuando la calidad del rival le lleve a conseguir canastas. Visto lo visto el miércoles y recitada la teoría parece sencillo pero lo cierto es que se trata de una de las cuestiones de mayor dificultad dentro del baloncesto. Más aún, cuando debe llevarse ante una pléyade de estrellas con toneladas de talento en su haber.
Sin embargo, ese es el camino por el que debe continuar transitando el Baskonia si quiere tener éxito esta nocha y, ojalá también, en el quinto y decisivo encuentro de la próxima semana. Será difícil que pueda volver a maniatar de la misma manera a un adversario de la entidad del CSKA pero cuanto más se acerque al espectáculo del tercer partido mayores serán sus posibilidades de acceder a la Final Four.
Si hombres como Kaun, Khryapa o Papaloukas -que en esa cita no estrenaron su casillero- continúan lejos de sus registros anotadores habituales, significará que los grilletes baskonistas continúan siendo de máxima seguridad y buena parte del camino estará recorrido. El objetivo, es que el Buesa Arena siga siendo Alcatraz.