vitoria. Como el día y la noche. Hombres de hierro perfectamente sincronizados contra niños de plastilina con el rumbo extraviado. CSKA y Baskonia están protagonizando una eliminatoria muy desnivelada marcada por la abrumadora superioridad rusa y la manifiesta impotencia alavesa, concretada en los principales apartados estadísticos que reflejan bien a las claras el brutal desequilibrio. El robotizado y compacto conjunto del Ejército Rojo, posiblemente el principal candidato a levantar la Euroliga visto su crecimiento a lo largo de la temporada, ha descubierto las débiles costuras de un Caja Laboral incapaz de competir más allá del esperanzador cuarto inicial del segundo encuentro sostenido por el acierto de su perímetro.
Todos los temores previos al comienzo de la serie se han confirmado para desencanto de un baskonismo convencido de que el adiós es una simple cuestión de tiempo y de que no hay mucho que hacer. Acaso el clásico ramalazo de orgullo delante de sus aficionados puede prolongar un fino hilo de vida que amenaza con romperse en el tercer y puede que definitivo compromiso. Si existía alguna remota opción de plantear un mínimo de oposición, todo pasaba básicamente por limitar al máximo el número de errores, desplegar un baloncesto ordenado, frenar la alegre transición roja y defender el aro con uñas y dientes. Sin embargo, hay palabras que se las lleva el viento y la diferencia entre programar algo sobre la pizarra y llevarla luego a la práctica representa, en ocasiones, un objetivo inviable.
A la hora de la verdad, nada ni nadie han funcionado empezando por los planteamientos absolutamente planos del cuerpo técnico y acabando en el triste espíritu exhibido por una plantilla acomplejada que ha salido derrotada de los vestuarios. De ahí que el CSKA, sabiamente dirigido por el técnico más prestigioso del Viejo Continente con el fin de recuperar la corona que se le escurrió el pasado curso de las manos contra todo pronóstico ante el Olympiacos, haya circulado a través de una alfombra roja para hacer y deshacer a su antojo.
Golpes y más golpes directos al mentón de un Baskonia torpe para leer las puertas atrás del rival y que se ha desangrado en la defensa del bloqueo y continuación. El rocoso ogro moscovita no sólo ha impuesto como cabía esperar la calidad de una plantilla infinitamente superior, sino también la solvencia de un juego perfectamente mecanizado que se ha atragantado a la tropa de Tabak, del que por otra parte se esperaba una mayor habilidad para diseñar trampas tácticas que hubiesen emborronado los duelos ante un oponente superior en todas las líneas. Es tal la tibieza, la inconsistencia y la debilidad mental de un conjunto azulgrana cogido con alfileres que las citas de enorme calado se convierten a menudo en un suplicio.
Los números casi nunca engañan a nadie y, salvo en el balance de recuperaciones-pérdidas, el CSKA ha exhibido un dominio incontestable. Su supremacía ha sido especialmente sangrante en el rebote (64 contra 52), en el número de asistencias (49 por 33), los puntos de los interiores (101 por 67 incluyendo los conseguidos por el multiusos Khryapa reciclado por su entrenador al puesto de alero para contrarrestar la fuerza de Nocioni), los porcentajes de tiro -especialmente de dos- y la valoración general (233 ante 153).
Únicamente en los minutos de la basura del asalto inaugural pudo el pasado miércoles adornar el Caja Laboral una estadística demoledora que ha retratado la superlativa calidad física, táctica y mental de los rusos. Si a ellos se suma que Teodosic y, en menor medida Jackson, se convirtieron en los dueños del tempo de los dos partidos celebrados en el Universal Sports Hall, queda justificado un descalabro que deja a los vitorianos sin margen de error en una Euroliga con excesiva diferencia entre sus clases.