vitoria. Como el matrimonio al que los hijos le aparecen en casa con malas notas la afición del Caja Laboral se encuentra en estos momentos herida y masticando la duda razonable. La incógnita estriba en saber si al equipo no le da para más -que no parece el caso- o si hay citas en las que no está poniendo todo de su parte. Existen elementos con cierto peso como para sostener ambas teorías. Sin embargo, el bochorno al que este Baskonia bipolar sometió a sus fieles el domingo ha reabierto el debate sobre el carácter, tanto desde el punto de vista colectivo como individual, de los jugadores que visten la elástica azulgrana. La dolorosa derrota ante un Joventut parcheado y plagado de imberbes proyectos de jugador escoció, sobre todo por las formas, y se llega a un punto en el que quien más quien menos echa mano de otra célebre letanía para recordar que es mucho peor el que no quiere que el que no puede.
Zan Tabak, como buen comandante en jefe de sus tropas, ha tratado en todo momento de proteger a sus hombres en su discurso público. El técnico croata, aunque no han sido pocas las veces en las que ha censurado la actitud de su plantilla, prefiere achacar el desmoronamiento puntual que padece en determinados compromisos a una fragilidad mental desligada de la voluntad antes que a la falta de implicación. Pero el protector manto de sus palabras se deshace cada vez que al equipo le da por firmar actuaciones tan pobres como la del domingo en Badalona.
Las realidades del abismo presupuestario que ahora mismo distancia al cuadro baskonista de los grandes trasatlánticos tanto de la ACB como de la Euroliga se contempla con resignación y un elevado grado de comprensión en el entorno. Aficionados, directiva e incluso prensa están reaccionando sin alarmismos cuando el equipo cae derrotado ante un rival poderoso. Más aún, como ha ocurrido varias veces este curso, si el Caja Laboral da la cara. Se acepta asimismo la infalibilidad del equipo azulgrana. También puede perder ante un igual e incluso ante un rival en teoría inferior. Pero en ningún caso se acepta -ni se aceptará- que el equipo se deshaga como un azucarillo y roce el ridículo ante oponentes a todas luces muy inferiores en cuanto a presupuesto, talento y potencial. Es lo que sucedió en el Olimpic y lo que ha ocurrido demasiadas veces en una temporada en la que el aficionado acude al pabellón o se postra ante el televisor con el pánico de no saber qué versión del equipo va a encontrarse.
La derrota del domingo no debería en ningún caso dar lugar a análisis apocalípticos. Al igual que ha demostrado capacidad para cuajar actuaciones infames como esta, el conjunto azulgrana también ha exhibido talento y talla competitiva como para dar la cara e incluso superar a equipos de primer nivel. Son precisamente sus lustrosas victorias ante Barcelona, Olympiacos o sus más que dignas actuaciones ante el brillante Real Madrid de Pablo Laso las que retratan más la apatía y la falta de implicación que por momentos parecen exhibir tanto algunas piezas del plantel como, por extensión, el colectivo. Aunque existen orgullosas excepciones, piezas que jamás ceden a la relajación, subyace la impresión de que en algunos momentos, cuando parece haber poco en juego, más que no poderse, no se quiere.
El duelo del jueves en el Palau Blaugrana resultará mucho más fidedigno que el del domingo para evaluar el estado real de un equipo que el propio Tabak dijo hace unos días que parece haber avanzado en su camino hacia la plena competitividad. El problema es que un colectivo con esa desesperante capacidad para desconectar, para bajar los brazos y tomarse un día libre, corre el riesgo de quedar atrapado en esa nube de indolencia. Más allá de esa paupérrima imagen mostrada en duelos en apariencia plácidos, también ha sufrido pájaras monumentales en el transcurso de partidos de alto voltaje que le han supuesto perder cómodas ventajas y acabar claudicando.
Basta con echar un vistazo a los casi cuatro meses de Tabak en la capital alavesa para encontrar un buen puñado de encuentros en los que esas desconexiones han acabado por costar la victoria. El cuadro gasteiztarra, con mandíbula de cristal, besa la lona al primer revés. Le faltan hechuras para levantarse y reaccionar. Y eso se paga caro.
El equipo ha mejorado mucho tras el cambio de técnico en diversos aspectos. Cuando está enchufado, muestra una excelente actividad defensiva y domina el rebote. En ataque ha mejorado también. Se aprecian muchas más alternativas que con Ivanovic, a quien esta desidia intermitente acabó por enterrar. Tabak ha preferido centrar los esfuerzos mentales, limitados, en la Euroliga. Pero con esta actitud el segundo puesto de la ACB no está ni mucho menos asegurado.