tabak se ha encargado de repetirlo hasta la saciedad en estos últimos tiempos salpicados de nubarrones en el cielo. Si el Baskonia quiere rearmarse anímicamente y volver a ser un grupo competitivo, se halla obligado a bajar el culo, disfrazarse de fontanero y prender la mecha defensiva. El talento no fluye a borbotones en su plantilla como antaño para pensar en una cascada de victorias a base de un simple intercambio de canastas. Toca arremangarse y utilizar las pinturas de guerra, mucho más si enfrente emerge un oponente de campanillas. Y eso hizo ayer en el Palau Blaugrana para concretar un triunfo balsámico que debería marcar un punto de inflexión a la hora de encauzar por segunda vez el rumbo perdido a lo largo de la temporada.

La enésima ausencia de Juan Carlos Navarro restó mucha dinamita al Barcelona y allanó sobremanera el camino hacia el triunfo, pero ello no desmereció bajo ningún concepto el convincente trabajo de un equipo vitoriano que, además de ofrecer unas ráfagas de excelente juego durante un tercer cuarto de ensueño, opuso ingentes dosis de garra, entusiasmo, intensidad y fe. Virtudes que de alguna manera se habían evaporado en un último mes plagado de sinsabores.

Cuando muchos barruntaban que el diezmado colectivo alavés se vería abrumado por la superioridad de efectivos del conjunto blaugrana y estaba predestinado a caer fulminado a la lona tras el racial directo al mentón que le envió en el último cuarto su poderoso adversario, el Baskonia resistió con entereza para firmar un triunfo de enorme prestigio que sirve para amarrar virtualmente la segunda posición de la fase regular.

Es factible que la presencia del letal escolta nacido en Sant Feliu hubiese dado otro aire a la ayer atascada maquinaria de Xavi Pascual o que la contundencia vitoriana en esta faceta se habría visto resentida varios enteros. Si el ogro culé vivió, en cambio, una jornada aciaga y firmó unos paupérrimos porcentajes -39% en tiros dobles y 25% en triples- fue, en parte, por la pegajosa defensa exhibida por un Caja Laboral que estaba obligado a frenar la alarmante sangría de puntos encajados.

Si ante un Maccabi de gatillo fácil que cuenta con excelsos estadounidenses en el perímetro fueron apenas 66 los tantos encajados, otro coloso del Viejo Continente se quedó ayer en unos pobres registros anotadores. Durante los treinta minutos iniciales, a los que se llegó con un impensable 42-52 en el electrónico, el Barcelona se vio completamente maniatado por los férreos grilletes baskonistas, aunque una salvaje embestida liderada por Jasikevicius y el progresivo cansancio visitante le permitieron mejorar sus guarismos en las postrimerías del encuentro.

la cruz del rebote Pese al quebradero de cabeza que representó durante toda la matinal la desigual pelea debajo de los tableros o la friolera de los 22 rebotes ofensivos en contra, no hubo que lamentar una nueva decepción. Únicamente el irreverente exterior lituano pudo sacarse varios conejos de la chistera para romper la tela de araña diseñada por Tabak que engulló a los principales estiletes del vigente campeón copero. Huertas se perdió en su propia precipitación, Oleson careció de pegada, Lorbek justificó las razones de su dubitativo estado de forma, Mickeal -huérfano de antídoto en los últimos partidos entre ambos conjuntos- apenas dejó fogonazos de su clase y Tomic, posiblemente el jugador culé más en forma, tampoco tradujo su fortaleza en el rebote ofensivo en canastas que minaran la confianza de los vitorianos.

En definitiva, una faena de pico y pala que debe sentar las bases de la resurrección y muestra el camino a seguir de cara a los próximos decisivos compromisos continentales ante el Besiktas y el Fenerbahce. Si este Caja Laboral quiere alcanzar las rondas finales en la Liga ACB y recuperar su sitio entre los ocho mejores fuera de las fronteras, no cabe otra que seguir perfeccionando ese trabajo subterráneo que, a la larga, permite ganar las guerras.