Vitoria. El puerto ateniense de El Pireo asiste esta noche a una jornada trascendental para esclarecer un poco más el futuro continental de un Baskonia envuelto en serias dudas y obligado de una vez por todas a reaccionar. Nada mejor que un triunfo de oro en la pista del Olympiacos para recobrar la identidad perdida y dejar atrás uno de los momentos más convulsos de la temporada tras varias hirientes derrotas que han minado sobremanera la confianza del entorno. El equipo adiestrado por Tabak dará un paso de gigante hacia los cuartos de final de la Euroliga si resuelve a su favor la titánica tarea de doblegar al vigente monarca continental, con el que se halla igualado a cuatro victorias a la finalización de la primera vuelta del Top 16 y, presumiblemente, debería jugarse el billete para convertirse en uno de los ocho mejores de Europa.

Se trata de un partido ideal para poder matar dos pájaros de un tiro y poner tierra de por medio con respecto a un rival directo al que, si todo sale finalmente a pedir de boca, se ganaría el average en caso de un hipotético empate. El problema reside en que el Olympiacos, sin Mantzaris pero sostenido por una plantilla interminable que le obliga a efectuar varios descartes antes de cada partido, se encuentra en una situación idéntica y se perfila como un hueso duro de roer. Sobre todo, tras su reciente victoria a domicilio frente al Khimki de Zoran Planinic que entraba en muy pocos pronósticos dada la extrema consistencia de los rusos como anfitriones. Los vitorianos, además, parten con el ineludible objetivo de defender con uñas y dientes los sabrosos ocho puntos de la ida celebrada en el Buesa Arena para mantener vivas sus opciones de clasificación en caso de otro traspié.

Spanoulis, la amenaza No obstante, este dubitativo y tibio Caja Laboral no está hoy en día como para efectuar cálculos prematuros ni orientar la vista hacia tan lejos. Tal es la fragilidad exhibida en los últimos desplazamientos a Siena y Santiago de Compostela que, en primer lugar, debe mirarse al ombligo y hacer un examen de conciencia con el fin de endurecerse física y mentalmente como colectivo. Ese propósito de enmienda se antoja vital para rendir visita a uno de los anfitriones más solventes de Europa que fía casi toda su suerte en el sempiterno Spanoulis cuando las cosas se tuercen. El genio heleno, maniatado por Oleson en el choque de ida, infunde pavor si se tiene en cuenta la ternura defensiva que está acreditando un equipo con serios problemas en todas sus líneas.

Sin embargo, no es el único quebradero de cabeza de un Olympiacos que duda sobre si acelerar el debut de su flamante fichaje de esta semana para complementar el perímetro. El fornido Doron Perkins acaba de aterrizar y apenas se ha familiarizado con los sistemas de Giorgios Bartzokas, el técnico que debe lidiar con la misión casi imposible de igualar el sobresaliente registro firmado la pasada temporada por Dusan Ivkovic. El de hoy será el cuarto enfrentamiento entre los dos equipos con una momentánea ventaja para los helenos, que en la presente Euroliga únicamente han sucumbido en casa ante el Zalgiris y el Montepaschi. Una velada, en definitiva, para ver la luz entre tantas tinieblas.